David Lojo, la trompeta gallega que busca su sitio en la escena jazz europea

Carlos Portolés
carlos portolés REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

David Lojo
David Lojo .

El músico de Boiro lidera un cuarteto que debuta con el disco «Road to Balance»

17 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El trompetista David Lojo (A Coruña, 1993) es de Barbanza. «Como buena parte de los músicos de viento gallegos —explica—, mis inicios en la música pasan por la banda municipal» [la de Boiro, en su caso]. Pero su idilio con el jazz comenzó cuando tenía 14 años. Había empezado su educación formal, como tantos otros muchachos, en la música clásica. Pero un día llegó al pueblo, como un Pat Morita mediterráneo, un saxofonista griego llamado Thanos Athanasopoulos. Este excéntrico viajero «fue el primero que hizo que floreciera en mí el gusanillo del jazz».

Era como si los quiebros de los instrumentos de viento le transportaran a las plantas colgantes y los garitos clandestinos de la vieja Nueva Orleans. Impelido por una necesidad casi física de explorar con su trompeta terrenos remotos, fundó una pequeña banda juvenil con un puñado de amigos igualmente curiosos. Juntos, se descubrieron transitando las sinuosas carreteras del jazz, el soul y el blues. Evoca aquellos días con una afirmación cariñosa: «Hacíamos lo que podíamos en aquel momento. Nosotros lo pasábamos genial».

Continuó en el conservatorio, aprendiendo dentro de los rígidos límites de las partituras clásicas. Pero sus pensamientos estaban en la improvisación. En un tiempo y un lugar en los que pudiera liberar los alaridos salvajes e inmediatos de su trompeta. Por eso, no es extraño que finalmente acabara recalando en un seminario de jazz en Pontevedra, donde se encontró con el magisterio de instrumentistas gallegos de primer orden como Paco Charlín y Abe Rábade. Ahí fue donde, cuenta, se decantó «casi definitivamente por el jazz». No obstante, se resistía a abandonar del todo lo clásico. Durante un tiempo, tuvo un pie en cada mundo, sin saber muy bien hacia dónde dirigir sus notas. Finalmente, la garra y el deseo de libertad creativa se impusieron. Así comenzó a acudir asiduamente a clases y talleres con músicos de talla internacional como Antonio Hart y Michel Camilo.

¿Por qué jazz? ¿Por qué no otra cosa? Lojo se lo pregunta casi todos los días. La respuesta que encuentra en su interior es de bastante peso, difícilmente cuestionable. Una sencilla, rotunda y sincera: «Con el jazz puedo ser yo». No le interesa ser solo intérprete. O solo creador. Quiere ser un intérprete-creador. Y eso lo da la serendipia rítmica del jazz. Su trompeta es de las que lucha contra las fronteras y los parámetros. Muchas veces, ni él mismo sabe qué nota tocará a continuación. Un nómada del sonido que aglutina todo lo que ha vivido en el interior de su instrumento (que es, también, un poquito de su alma).

Si un artista puede elegir su lugar, hay pocos sitios mejores —insiste— que «el mismo centro de la creatividad». Ahí moran los que tienen algo que contar. Ahí están él y su trompeta. Hablar con David Lojo provoca un acceso de añoranza hacia cosas y recuerdos que no son propios. Narra cada una de las etapas que le han llevado hasta donde está con una sutil delicadeza. Recuerda, tranquilo y cercano, al niño que fue. Lo tiene, de hecho, muy presente. Porque todo hombre talentoso fue primero un joven aprendiz.

Noche de villancicos

Si, entre todo lo vivido, tuviera que quedarse con un solo momento, elegiría uno que parece sacado directamente de una frágil película italiana —digamos, por ejemplo, de La noche de San Lorenzo—. Lo que cuenta es mejor no parafrasearlo. «Tenía solo dieciséis años. Fue el día que decidí dedicarme a la música. Un concierto de navidad, en una iglesia del pueblo. Tocábamos un popurrí de villancicos. Recuerdo ver entre el público la cara de una señora muy mayor vestida de luto. Me imaginé que esa señora era una viuda, sin mucha otra vida más allá de la misa. Pero, mientras tocábamos, la señora sonreía y daba palmas. Parecía feliz». Y ahí, bajo el vetusto techo de un templo abarrotado, David descubrió de qué iba realmente todo eso de la música.

Hace años de todo aquello. Hoy es un músico que se asienta con mano cada vez más firme en la colorida escena del jazz europeo. El pasado 25 de abril lanzó su primer álbum, Road to Balance [Camino al equilibrio], como líder y parte de un prometedor cuarteto en el que cuenta con otros instrumentistas gallegos avezados: Pablo Sanmamed (al contrabajo), Iago Mouriño (piano) y Daniel Díaz (batería). Su música integra ritmos eclécticos y motivos rebeldes. David Lojo es una trompeta gallega que se abre paso entre la maleza. Improvisación a improvisación. Nota a nota.