Ofreció un concierto para 1.400 personas a las que obligó a guardar en bolsas selladas los móviles
29 nov 2022 . Actualizado a las 19:11 h.Apenas dos horas ha necesitado Bono durante noche de ayer en Madrid para sustanciar en una mezcla de confesión pública, música, monólogo de humor y reflexión toda su vida como líder de U2, más de 700 páginas de memorias del «barítono que quiso ser tenor» y que ha presentado por medio mundo hasta esta, su última parada.
La cita, celebrada en la intimidad del Teatro Coliseum, ha sido todo un regalo (entre comillas, por el alto precio de las entradas) para las 1.400 personas que han disfrutado del privilegio de disfrutar de su ídolo a unos pocos metros y al desnudo, sin los artificios habituales de la banda más grande y ampulosa del planeta, con el permiso de The Rolling Stones.
Esta vez no había sobre el escenario ni limones gigantes ni conexiones con la Estación Espacial Internacional. Solo una mesa, unas cuantas sillas (cuatro, tantas como miembros de U2), tres músicos y Paul Hewson... o Bono, porque especialmente en este espectáculo es difícil discernir dónde empieza uno y acaba el otro.
Cierto es que hay un guion al que el artífice de With or without you permanece escrupulosamente apegado. Desde su posición y desde gran parte del patio de butacas podía leerse su contenido en el «prompter» que iba deslizando frase por frase cada uno de los temas que han marcado su existencia, con especial incidencia en la búsqueda de un hogar y la influencia de su mujer, Ali.
Pero por encima de lo pautado, la emoción. Imposible sustraerse al relato de la temprana muerte de su madre víctima de un aneurisma en el funeral de su abuelo y cómo su nombre, Iris, desapareció por completo de su casa para acallar el dolor, aunque su presencia comenzara a asomar inconscientemente en muchas canciones.
Muy difícil igualmente no dejarse tocar por la intrincada relación que estableció a partir de entonces con su padre, cantante de ópera. «La mejor manera de hacer que alguien se convierta en una estrella del rock de estadios es a la irlandesa: que tu padre te ignore y luchar desde entonces por cantar cada vez más alto para que te oiga», ha venido a decir.
La revisión de las reuniones que solían mantener ambos están entre lo mejor de este espectáculo, diálogos sin contenido real más allá de una especie de guerra fría llena de sarcasmo («El barítono que quería ser tenor», solía llamarlo su progenitor) pero que evolucionan hasta algo más cercano a la sinceridad y al orgullo, en gran parte por un hilarante encuentro con Pavarotti y Ladi Di.
Porque en mitad de la tragedia, una de las mejores bazas de este espectáculo en el que resume su vida es el humor. Ahí el artista presenta una faceta suya quizá no tan conocida en la que cabe la autoparodia entre un ego mayúsculo y su supuesta asumida mediocridad: «Fui lo suficientemente listo para darme cuenta de que no eran listo».
La otra gran baza es la música. «¿Y estaban preocupados por si no se me entendía (en Madrid) al no hablar el mismo idioma?», ha señalado satisfecho en uno de esos pocos momentos fuera de guion, justo después de interpretar City of Blinding Lights y Vertigo.
Ha sido tras media hora de retraso por la compleja logística de encerrar en bolsas selladas los móviles de todos los asistentes (entre ellos, Penélope Cruz), la única incidencia a tener en cuenta junto con los gritos de uno de ellos por la supuesta mala acústica del «show» desde su asiento.
Para el resto, y respaldado por una banda que incluye a la violonchelista Kate Ellis, la cantante, teclista y vocalista Gemma Doherty y el veterano productor de U2 Jacknife Lee a los teclados y la percusión, algunas de las 40 canciones a las que Bono ha dado cabida en su libro han revivido en estas dos horas con nuevos arreglos.
«Me siento un poco travieso por hacerlo, pero mis compañeros The Edge, Adam y Larry me han dado su permiso», ha afirmado al inicio antes de interpretar cortes como Where The Streets Have No Name, Desire o Beautiful Day, conectados con sus vicisitudes y la carrera de la banda.
En ese sentido, destaca especialmente el momento en el que narra cómo nació Sunday Bloody Sunday y por qué para él este tema que retrataba la crudeza de la muerte de 13 manifestantes en Derry en mitad del conflicto norirlandés siempre tendrá «un sabor jamaicano».
Al final llega la moraleja. Bono cuenta que nació con los puños cerrados, en guardia. «Por eso rendirme, dejarme llevar, no me resulta nada fácil», ha explicado ante el título de sus memorias, Surrender. 40 canciones, una historia, una onda expansiva que ha hecho y hará que muchos desencantados de U2 vuelvan a someterse al poder de su leyenda y sus himnos inmortales.