Son premios de cine, como son los Óscar. Ambos los conceden academias de carácter privado, cuyos socios tienen sus gustos, sus intereses y sus dinámicas — léase también promocionales— o si lo prefieren también sus capillas. Todas convenciones aceptadas. Las reglas del juego. Lo de que son premios de cine viene a cuento de que los productos seriados para el streaming van en otros negociados y ahí Galicia quizá luciría de otra manera, porque somos periferia en el sector español pese a los muy notables esfuerzos que instituciones y profesionales realizan para posicionarnos. En contexto tan adverso, que hayamos colocado a cuatro actores entre los finalistas, con Zahera a punto de recoger su segundo cabezón, y que tengamos dos animaciones de cinco, es mucho y es bueno. Confirma que disponemos de un nutrido plantel de profesionales de la escena (y creciendo), aunque siga habiendo paro entre ellos, un problema endémico del sector en el contexto español y mundial. Pero al menos sacamos pecho. En animación, disciplina cada vez más globalizada, no somos cabeza de león pero resistimos como cola de ratón. Todavía carecemos de formación profesionalizada y abunda el voluntarismo por la incapacidad de manejar presupuestos comparables a las multinacionales de Hollywood, pero ahí estamos, aportando la calidad que da el talento y la experiencia.