Miguel Lamas, el batería que marca el ritmo de Dani Martín, se entrega ahora a la música popular gallega
CULTURA
El ferrolano lanza «30», un disco de fusión cargado de morriña en el que recopila todas sus influencias
11 mar 2023 . Actualizado a las 12:47 h.En junio del año pasado tocaba con Dani Martín para 40.000 personas en O Monte do Gozo de Santiago, dentro del festival O Son do Camiño. El cantante lo presentaba como «el mejor batería de España». Él, muy emocionado, le imprimía un extra de músculo a las canciones del exlíder de El Canto del Loco en una noche mágica. Ahora vendrán conciertos más pequeños para presentar 30, su tercer disco en solitario. Lo firma Miguel Lamas (Ferrol, 1993), añadiendo Ardora a su nombre. Su lugar natural serán los teatros y los festivales de world music y folk. «Se disfruta igual —asegura—. Lo de Dani es muy masivo y con una infraestructura enorme. Esto es más chiquito que aquello pero, al final, el espíritu es el mismo, el de jugar rodeado de tus amigos».
Los ingleses emplean el mismo verbo para tocar un instrumento que para jugar: play. Ahí encaja perfectamente Lamas que, lejos de verse como el niño prodigio que sin duda era, se recuerda como «un crío al que le gustaba ir al parque a jugar». Había una diferencia en su caso: «Mi parque era el instrumento», explica. «No concibo otra cosa. Empecé a tocar y a disfrutar. A rodearme de amigos con los que iba creciendo y tocando. Lo que pasa es que ese parque se amplió y, de pronto, me vi a ahí arriba con Dani Martín ante miles de personas», se ríe.
Martín —con quien grabó varios discos y toca en directo— es el último de una lista de nombres que hablan por sí solos. Todo empezó con Raimundo Amador. «Es el primer nombre mediático con el que trabajé, porque llegué a él a través de Pepe Bao, de O'Funk'illo, que me apadrinó», recuerda. «Luego, vino Abraham Mateo. Pero cuando me vine a Madrid fue ya un no parar —añade—. Toqué o grabé con prácticamente todos los nombres más grandes. Manu Carrasco, Pablo Alborán. Melendi, Amaia Montero, Malú... Todo eso en mundo mainstream. Pero también trabajé con gente del flamenco y tengo la suerte y el honor de compartir créditos con Chick Corea, que para mí fue un sueño».
En medio de toda esta frenética actividad, Lamas también tuvo un hueco para su producción en solitario con los discos Melted Lives (2016) y My Expression Way (2018), orientados al jazz fusión. Ahora lanza un tercer capítulo con 30, un título que hace referencia a su edad y todo lo ocurrido durante este tiempo. «Empecé muy joven y esto es una unificación de todo lo que se ha ido mezclando en estos años de trayectoria», señala. Parte de un sentimiento común que muchos experimentaron durante la pandemia. «Me entró mucha morriña —recuerda—. Llevo viviendo en Madrid ya 10 años y quería regresar a la tierra musicalmente, pero sin olvidar toda la parte de fusión que he ido desarrollando durante todo este tiempo». Basadas en las recolleitas tradicionales, las canciones se malean inevitablemente en las manos de sus músicos: «Hay un bajista cubano, un guitarrista brasileño y un pianista chileno tocando conmigo. Al final, inevitablemente se forma una fusión muy interesante», describe.
Una banda de primera división
Los compañeros de viaje de Lamas en 30 poseen un nivel en su línea. Jorge Vera (piano) ha trabajado con Billy Cobham y Luis Fonsi, entre muchos otros. Jurandir Santana (guitarrista), con Gilberto Gil y Gal Costa. Y Dany Noel, con Celia Cruz y Bebo Valdés. A ellos se suman las voces de Miguel Vázquez e Irene de Lema. «Son músicos espectaculares. Muy buenos amigos y gente a la que le apetecía mucho participar. Tienen unos currículos que dan miedo», subraya Lamas. Juntos crean una fusión que, pese a su sofisticación, cree que sirve para todo tipo de públicos: «Aquí se trata de ir a la raíz. El público gallego ha escuchado mil veces música de gaitas y muñeiras, forman parte del acervo popular. Bebemos de todo eso».
De este modo, Lamas celebra 25 años de carrera. ¿Cómo se explica eso en un músico que solo tiene 30? «Es complicado precisar cuándo empecé a tocar, porque no me recuerdo sin instrumento — se ríe—. Mi primer concierto fue a los seis años y mi primer sueldo, a los ocho. La primera gira por fuera fue con 11, con Bellón Maceiras. A los 12 ya empecé a tocar a nivel más profesional, viajando y todo». ¿Cuánto ganó a los ocho? «Fue un vale de compra en las tiendas de discos Tipo. Me acuerdo perfectamente».