Goretti Irisarri y José Gil experimentan con inteligencia artificial en sus obras
26 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.La guionista y novelista Goretti Irisarri (Vigo, 1974) husmeó en los legajos de la Fundación Penzol, tomó cafés con expertos, se pateó el Casco Vello de Vigo y pasó mañanas en la Hemeroteca Nacional de Madrid para ambientar su thriller histórico El enjambre, que acaba de publicar y que narra una trama de espionaje en el Vigo de posguerra y en el Pazo de Meirás para frustrar el plan de Hitler y los nazis de apoderarse del secreto de la bomba atómica. El libro cierra una era porque es el último que ha tecleado apoyándose solo en su ingenio humano. Tanto la viguesa como el coautor José Gil, con el que siempre escribe a cuatro manos, han dado un salto adelante y ahora son pioneros en aplicar la inteligencia artificial (IA) a sus narrativas.
El tándem formado por Irisarri y Gil, ambos guionistas de cine residentes en Madrid, usa en sus nuevos proyectos literarios el programa ChatGPT, de Open AI, para generar situaciones dramáticas, peligros y conflictos para sus personajes o verificar si una escena histórica que han imaginado es creíble. Según confiesa Irisarri, la experiencia les ha valido para valorar más su oficio porque los primeros resultados con ChatGPT fueron «decepcionantes», «sin sentido», «meros clichés» y «tramas planas sin profundizar en las capas psicológicas del personaje». La IA les sirvió como guía «para saber por dónde no ir; es incapaz de darle vida a un personaje».
«Los escritores podemos respirar tranquilos. ChatGPT puede mezclar a Blancanieves y Aladino y contarte lo ya ha contado mil veces pero hoy no parece posible que la inteligencia artificial pueda escribir una verdadera novela, algo que posea verdad; una obra que nos desvele algo nuevo sobre quiénes somos», advierte Irisarri.
La idea surgió después de presentar a la editorial su última novela, El enjambre, una trama de espías nazis en Vigo, y emprender un nuevo proyecto y se preguntaron si ChatGPT podría ahorrarles el sudor de documentarse, de desempolvar legajos de fundaciones, entrevistar a expertos, o rebuscar en viejos libros. «Como novelistas, teníamos mucha curiosidad por esta nueva inteligencia de la que tanto se hablaba. Nos hacíamos dos preguntas: ¿Es una herramienta que puede ayudar al escritor? Y la segunda, temible: ¿Puede una máquina sustituirnos? Era el momento perfecto para probarla», explica la viguesa. «Al principio solo testamos la IA como herramienta de documentación tras el agotador proceso de El enjambre», dice.
Su nuevo proyecto de novela implicaba un viaje en cierta época histórica lejana en el tiempo. Se engancharon a ChatGPT e hicieron nuevos experimentos. «La IA enumeró algunos pueblos y ciudades que nuestros protagonistas iban a encontrarse caminando pero fue incapaz de establecer un itinerario: su desconexión de internet se lo hacía imposible. Sus datos carecían muchas veces de rigor histórico porque mezclaba información y, a veces, era un puro sinsentido», explica.
Gil e Irisarri fueron afinando sus preguntas para exprimir mejor a la máquina. «A requerimiento nuestro, sin embargo, pudo sugerirnos peligros y enredos que podrían encontrar nuestros personajes en dichos lugares como conflictos con las autoridades o bandidos», explica.
Carece de «zeitgeits»
También descubrieron algo curioso. «Al documentarnos con la IA se perdía lo que obtenemos en esos legajos, charlas y libros a los que recurrimos para recabar información: la atmósfera, el zeitgeist o espíritu de época, las impresiones de los sentidos, un olor a comida, un anuncio en la radio… esos pequeños detalles cotidianos que de verdad te hacen viajar en el tiempo. Documentarse con la IA resulta rápido, pero para un novelista está desprovisto de lo esencial, que es precisamente todo aquello que te encuentras por el camino lento y que no parece importante», recalca la escritora viguesa.
Decidieron enfrentarse a la pregunta que les daba más miedo: ¿Puede una máquina sustituir al escritor? «Preguntamos a ChatGPT por el amor. Tratamos de que construyese una relación entre nuestros protagonistas. La IA parecía tener mucha información sobre psicología y sobre narrativa pero sus propuestas fueron decepcionantes en términos literarios, más propias de un psicólogo de autoayuda o el consultorio de una revista pop», dice.
También preguntaron por los conflictos internos de los protagonistas. «Un buen novelista nunca construye personajes en los que todo es blanco o negro, lo que buscamos es ahondar en conflictos inadmisibles ante uno mismo, en los matices complejos de la emoción. La IA recurría una y otra vez a soluciones de cliché. Es capaz de ayudar a escribir una novela… que sea un puro tópico. Concluimos que la IA podría servir de guía, pero para saber por dónde no hay que ir», dice.
Irisarri aclara que la IA relaciona datos y los mezcla, «pero es incapaz de llegar a eso que escapa del cliché, esa capacidad de creación (o recreación, si se quiere) que los escritores llamamos verdad. En El enjambre nos ocurrió varias veces que un personaje cobraba vida y empezaba a actuar por su cuenta: iba por donde quería, no por donde queríamos llevarle. Era fascinante y ahí comenzaba la verdad de la novela. Eso, que nosotros mismos no sabemos de dónde sale, y que la IA no consigue».