«Romanza sin palabras», el talento narrativo de Sofia Tolstaia

H. J. P. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Portada de la edición española de «Romanza sin palabras», segunda y última novela de Sofia Tolstaia.
Portada de la edición española de «Romanza sin palabras», segunda y última novela de Sofia Tolstaia.

El sello aragonés Xordica recupera las novelas de quien dedicó la vida a su esposo, Lev Tolstói, y cuya obra fue olvidada, inédita en lengua rusa hasta el 2010

12 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Sofia Tolstaia (1844-1919) segó su genio artístico cuando con 18 años se casó con el gran Lev Tolstói, que por entonces tenía ya 34. Como mandan los cánones de su tiempo, se entregó a la tarea de cuidar de su esposo, no solo como cónyuge sino también como escritor: transcribía sus manuscritos, los leía y criticaba, y se encargaba de su legado intelectual. Tal yugo y la actitud posesiva del autor de Anna Karénina le causaron a la mujer un abatimiento que se sumó al dolor que sufrió por la muy temprana pérdida del menor de sus hijos, Vánechka, enfermo de escarlatina a los siete años. La relación de pareja se resintió con situaciones de celos y tensiones constantes —y así, entre malentendidos, continuaría hasta el fallecimiento del novelista en 1910—. Uno de los episodios más aciagos del matrimonio tuvo que ver con otro hombre, el pianista y compositor Serguéi Ivánovich Tanéiev, con el que Sofia Tolstaia mantuvo una larga y compleja amistad —estimulada por el amor que ambos profesaban a la música— en la que se apoyó para tratar de superar aquel proceso depresivo al que le condujo la muerte del decimotercero de sus vástagos. Pese a su vínculo estrictamente platónico y la homosexualidad del pianista, Tolstói le exigió repetidas veces que pusiera fin a sus encuentros, lo que agravó la crisis ya crónica que afectaba la vida marital. Mucho de estas experiencias biográficas subyace bajo la letra de Romanza sin palabras (Xordica), segunda novela de Tolstaia —como sucedía en la primera, ¿De quién es la culpa?, que también apareció en el sello aragonés— y en la que laten con fuerza aspectos como la pasión, el sentido del deber y el poder sanador de la música. El lector conocía la sutileza de su prosa por los Diarios (Alba, 2010); ahora ya sabe que está ante una talentosa narradora injustamente postergada —ambos títulos permanecieron inéditos en lengua rusa hasta el 2010.