Bibiana Collado Cabrera, escritora: «Me gustaría que este libro nos sirviera para pensar juntas»

María Doallo Freire
María Doallo OURENSE

CULTURA

La escritora Bibiana Collado Cabrera (Borriana, Castellón, 1985).
La escritora Bibiana Collado Cabrera (Borriana, Castellón, 1985).

La autora de «Yeguas exhaustas» presenta la novela estos días en Galicia; este miércoles estará en A Coruña, el jueves en Ourense y el viernes en Santiago

31 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Bibiana Collado Cabrera (Borriana, Castellón, 1985) estudió Filología Hispánica y da clases de Lengua y Literatura a alumnos de bachillerato. Escribe poemas desde que recuerda y publica sus colecciones desde hace años. En esos poemarios reflexiona sobre temas tan crudos como la violencia —la machista especialmente— o la conciencia de clases. Lo hace con una intimidad, sensibilidad y empatía que parece que cada verso hubiese sido vivido por ella en primera persona. Algo muy parecido ocurre con su primera novela, Yeguas exhaustas, que vio la luz en febrero gracias a la editorial Pepitas de Calabaza y aspira a convertirse en uno de los libros del año. La publicación es un retrato de la vida en el rural y del salto a la gran ciudad; de la búsqueda de los sueños y de los obstáculos y las frustraciones que acarrea querer obtenerlos. Todo ello salpicado por las garras de una tortuosa y profundísima relación de maltrato. Bibiana estará en A Coruña presentando la novela este miércoles, en Bululú. Luego llegará a Ourense, donde hablará con los lectores en Eixo el jueves a las 19.30 horas. Ya el viernes galopará junto a los de Santiago, en Numax.

—¿Cómo describiría Yeguas exhaustas?

—Es un libro que pretende —a través de un lenguaje que se asemeja a la tradición oral, a la de los cuentacuentos de la historia de la literatura— hacer una especie de reflexión colectiva de qué es lo que nos está sucediendo como sociedad. La protagonista, Beatriz, que es yo pero que representa a tantas otras mujeres, está todo el rato cogiendo de la mano al lector y diciéndole, ven aquí y siéntate conmigo que te voy a contar y vamos a pensar juntas. Por eso me gustaría que esta novela fuera una obra que nos sirviera para empezar a generar nuestro relato conjunto.

—¿Qué hay de autobiográfico y de cierto en este libro?

—Creo que desde siempre, desde sus orígenes, la literatura parte de la vida y que en realidad la gran tarea de la persona que escribe es a partir de esas experiencias generar el arte, algo en lo que se pueda reconocer todo el mundo. En este libro hay muchas referencias con mi vida y mis espacios, pero no es una biografía ni nada parecido, hay también mucha ficción.

—¿Cómo hizo para retratar de una forma tan fiel y tan estremecedora una relación de maltrato?

—La verdad es que llevo mucho tiempo dándole vueltas a la idea de lo violento que es uno de los ejes de la novela. Serían dos: la violencia de género y la de clase. De hecho están presentes también en mis últimos poemarios, en los que reflexiono sobre distintos aspectos como el propio lenguaje, que es una herramienta con la que se nos censura completamente a las mujeres y nos hace dudar de nosotras mismas. Por todo ello, son entradas en las que yo ya había profundizado. Son temas que llevaba años arrastrando y de repente sentí que quería hacer algo que aunque fuera narrativo lidiara con la reflexión, algo que significase vamos a sentarnos a pensar juntas sobre lo que nos está pasando. Ahí fue cuando me di cuenta de que yo efectivamente también había sido una mujer maltratada, pero es que la mayoría abrumadora de las mujeres que me he ido encontrado también. La toma de conciencia de que eso no era la excepción, no eran casos aislados, si no que era algo que nos marcaba como generación, me resultó aterrador y quise hablar de eso.

—¿Cómo el fue el proceso creativo del libro?

—Fue muy de padecer porque la verdad que yo vengo del mundo poético, en el que me siento más segura. Sabía que me apetecía mucho hacer esto y que me apetecía abordarlo de esta manera pero no quería traicionar lo que contaba. Necesitaba conseguir un lenguaje muy literario y trabajado pero sin traicionar a las yeguas exhaustas, esas madres y abuelas que habían vivido todo eso previamente. Al mismo tiempo fue muy doloroso porque tuve que escoger anécdotas que son fisuras, grietas de mi vida que tenían que señalar a un dolor potente. Fue un proceso de revivir muchas cosas que me llevó años escribir y en el que pasé miedo porque ¿y si no nos creen?

—¿Es un libro dirigido a mujeres?

—Para nada, está dirigido a toda persona que se quiera acercar. Primero, porque tratamos la idea de clase que eso es totalmente transversal. Y por otra parte, porque en lo que tiene que ver específico con ser mujer, que también es crucial, es importantísimo que los hombres participen y que sientan, y que vean, y que piensen. Con esa intención aparece un maltratador en el libro, pero también un personaje masculino que es su contraposición, un hombre maravilloso y bueno. Ahora bien, la realidad es que veo que hay muchísimas lectoras femeninas de Yeguas exhaustas. Observo una dificultad en los hombres para empatizar con determinados momentos y mira que nosotras estamos acostumbradísimas, y hemos leído cientos de novelas en las que el protagonista es un varón contándonos su divorcio y empatizamos con él. Pero, sin embargo, cuando pasa al revés, cuando los señores leen a mujeres contando cosas específicamente de mujeres tienden a sentirse expulsados y no debería ser así. Sobre todo me hace ilusión que tengo muchísimas lectoras universitarias, muy jóvenes. Me da alegría y miedo, porque certifica que esto es una rueda imparable.

—¿A quién se lo daría a leer?

—Es una respuesta difícil, pero las primeras que me vienen a la cabeza son muchas de mis exalumnas del bachillerato que ahora son más mayores y están en esa guerra del madurar y salir al mundo solas.