Su excesiva duración y la ausencia de un final real pesan en el último salto al vacío de un Tom Cruise que lo da todo en las espectaculares escenas de acción
12 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Dice Tom Cruise (Siracusa, Nueva York, 61 años) que su intención es seguir dando vida a Ethan Hunt, el agente de Fuerza de Misiones Imposibles (FMI), al menos hasta cumplir los 80 años como ha hecho Harrison Ford con Indiana Jones. Y es difícil no creérselo porque el actor sigue en un estado de forma envidiable. El intérprete estrena hoy la séptima entrega de la saga, Misión imposible: sentencia mortal-parte 1.
Dirigida por Christopher McQuarrie, con quien colaboró por primera vez en la estupenda Jack Reacher (2012) y al frente de las últimas cuatro entregas de la franquicia —sí, también es el responsable de la segunda parte, que debería llegar el año que viene—, lo cierto es que desde que Brian de Palma sentara las bases con Misión imposible en 1996, el producto basado en la serie de televisión estadounidense, emitida por la cadena CBS entre 1966 y 1973, se ha convertido en una de las más relevantes en el terreno del espionaje, la acción y las aventuras, fundamentalmente por sus celebradas secuencias de acción y por sus divertidos giros de guion, merced a los estupendas máscaras con las que Hunt puede convertirse en casi cualquier persona.
Fue, sin embargo, Misión imposible: protocolo fantasma (2011), la que cambió un poco las reglas del juego. Si las tres primeras entregas eran más bien autoconclusivas, a partir de la cuarta se estableció una suerte de universo fílmico en el que Ethan Hunt dejaba de ser ese agente solitario que trabaja para el FMI —sí, como el Fondo Monetario Internacional— y sus historias y sus relaciones personales con personajes como Ilsa Faust (Rebecca Ferguson), Benji Dunn (Simon Pegg) o Luther Stickell (Ving Rhames) comenzaban a tener una mayor presencia y continuidad a lo largo de las sucesivas aventuras.
Y en esas llega Misión imposible: sentencia mortal-parte 1. Con una duración de 2 horas y 43 minutos, la cinta comienza en las profundidades del mar de Bering, cuando los tripulantes de un submarino son las víctimas de una emboscada que acaba en tragedia y todo, al parecer, por una IA en forma de virus que se está adueñando de todos y cada uno de los dispositivos que usan la red de redes para comunicarse. En un año en el que estamos viendo cómo las inteligencias artificiales se están haciendo más y más fuertes, con herramientas como ChatGPT, Bard, Bing Chat o Nightcafe que van a cambiarlo todo, usar la IA como la gran amenaza y el gran villano de esta entrega es una vuelta de tuerca genial y da buena cuenta de la capacidad de la franquicia para conectar con el presente.
Argumento sólido
Tras el ataque, a Hunt se le encomendará la búsqueda de una llave que parece dar acceso a la preocupante tecnología. Comenzará así una película bastante más relajada que la anterior, que se preocupa más por armar un argumento sólido, quizás con alguna que otra secuencia bastante plomiza —los diálogos en la fiesta son, en su mayoría, insufribles—, que por empalmar secuencia explosiva tras secuencia explosiva. Al guion, enrevesado como de costumbre, con engaños, traiciones y dobles juegos y ligeros toques de comedia —especialmente divertida es la pareja formada entre Hunt y Grace, a quien da vida Hayley Atwell—, hay que sumar aquí los sabotajes, las falsas comunicaciones y el deepfake. Desde luego no deja de ser irónico que el inverosímil artificio que el espectador aceptó desde el inicio de la serie, el uso de las máscaras para cambiar de identidad, se haya convertido en una realidad a través de las pantallas en la era en la que las fake news son el pan nuestro de cada día.
La inteligencia artificial como peligroso villano
Que Misión imposible: sentencia mortal-parte 1 apele a un cierto sosiego, no quiere decir que el filme no esté exento de potentes secuencias de acción. Muy al contrario. En este sentido, la cinta arranca con un descomunal tiroteo durante una tormenta en el desierto y, de ahí, va hacia arriba con peleas en las angostas calles de Venecia, una persecución algo más floja en un Fiat amarillo, el manido tren —no deja de resultar curioso que tanto la última de Indiana Jones como esta hayan coincidido en el tiempo con una secuencia relativamente similar—, un homenaje muy fino y tenso a la segunda entrega del videojuego Uncharted y, por supuesto, la escena en la que Cruise, dispuesto a jugarse la vida en cada rodaje, salta al vacío con una moto desde lo alto de una montaña, una secuencia que se ha repetido en todos los avances de la película y que el equipo de producción no dudó en adelantar con un making off en diciembre del pasado año. Pese a todo ello, el largometraje también tiene sus problemas. Puede que el más grave, y como le ocurría a la reciente Spider-Man: cruzando el multiverso, sea que no cuenta con un final real, pese a ser, con 163 minutos de metraje, la película más larga de la franquicia. Eso sí, al menos su final no resulta tan desganado como el del hombre arácnido.
En definitiva, y a la espera del desenlace con la segunda entrega, que se estrenará en junio del año que viene, Misión imposible: sentencia mortal-parte 1 no es la mejor de la franquicia, sin duda, pero no defraudará a los seguidores del agente. El resultado es un entretenido thriller con, en su mayoría, magníficas secuencias de acción, que apuesta por la actualidad colocando a la IA como villano, como un enemigo tan intangible como peligroso. Es una cinta algo más reposada y quizá más equilibrada que las anteriores, pero más concreción en el montaje le habría venido muy bien.