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Tras las huellas de un Walter Benjamin «feliz» en Ibiza

X. F. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Foto tomada cerca de Portinax, Sant Joan, en Ibiza.
Foto tomada cerca de Portinax, Sant Joan, en Ibiza. Cecilia Orueta

Cecilia Orueta fotografía el rastro del filósofo alemán en la isla en la década de los años 30

13 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

«Se entiende que la isla está realmente al margen del comercio mundial e incluso de la civilización, de modo que es preciso renunciar a toda clase de comodidades. Pero no cuesta hacerlo, no solo a causa de la paz interior que da la independencia económica, sino también por el estado de ánimo en el que este paisaje, el más intacto que jamás he visto, le pone a uno». Estas líneas salieron de la pluma del filósofo alemán Walter Benjamin (Berlín, 1892-Port-bou, 1940) y la isla a la que se refería no era otra que Ibiza. Su carta al filólogo Gershom Scholem está fechada el 22 de abril de 1932 y su descripción retrata una Ibiza a punto de iniciar la transformación que acabó por convertirla en el destino turístico de hoy, pero que hace décadas era un paraíso virgen que no solo le serenó el espíritu a Benjamin, sino que le permitía vivir por 1,80 marcos diarios. La consecuencia fue un Benjamin «feliz».

Benjamin se embarcó en Hamburgo, bordeó Europa hasta Barcelona y allí inició la última etapa de su viaje. El paisaje, la vida natural y austera, la casi total de ausencia de forasteros —o, si los había, eran también escritores o pintores, y se esforzaban por no encontrarse— y los paseos a la luz de la luna le sentaron bien. Los baños en el mar, las largas caminatas y la escritura en los cafés se acompasaron a la paz que buscaba. De todo aquello dejó testimonio en un diario y un manojo de cartas que ahora suscitan una pregunta: ¿es posible encontrar esa Ibiza en la que vivió?

Sa Pedrera de Cala d'Hort, otra de las imágenes del libro sobre Ibiza y Walter Benjamin.
Sa Pedrera de Cala d'Hort, otra de las imágenes del libro sobre Ibiza y Walter Benjamin. Cecilia Orueta

La búsqueda de esas huellas mediterráneas del filósofo alemán ha dado como resultado el libro Ibiza. La isla perdida de Walter Benjamin (Coedición de Eolas, Menoslobos y Rocobricks) un acercamiento fotográfico a ese rastro por parte de Cecilia Orueta (Madrid, 1963). Con una cuidadísima edición, el volumen refleja lo que queda —aunque seguramente transformado también— de aquel paraíso: deslumbran las aguas cristalinas y las paredes encaladas, pero también hay cielos tormentosos, bosques tupidos y peñascos agrestes.

Cala Gració, en Sant Antoni de Portmany.
Cala Gració, en Sant Antoni de Portmany. Cecilia Orueta

Orueta tomó sus fotos en la primera pospandemia, lo que facilitó alejarse de los escenarios trillados de Ibiza. Aun así, cree que es posible reencontrarse con esa isla que emocionó a Benjamin. «Con paciencia y trabajo, en lugares del interior o del norte, buscando un poco, se halla ese silencio», describe. Su objetivo se centró en esa «Ibiza ensoñada», alejada de las «típicas postales». A esa ensoñación remiten algunas de las imágenes que, de tan luminosas, parecen irreales. Ahí ha intervenido una sobreexposición a la hora de captar la fotografía, que ha fijado una «Ibiza que deslumbra», según Orueta, que cree que su trabajo debe, más de describir, sugerir. «La cámara es una herramienta para expresar tus sentimientos», afirma.