
El intérprete lleva esta semana, de la mano de la OSG, los dos conciertos de Chopin a Ourense, Vigo y Lugo
24 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Iván Martín (Las Palmas, 1978) está de gira esta semana por Galicia junto a la OSG (Orquesta Sinfónica de Galicia). En su doble faceta de pianista y director, interpretará los dos conciertos para piano y orquesta de Frédéric Chopin (Teatro Principal de Ourense, día 25 de octubre; Teatro Afundación de Vigo, día 26; y Círculo de las Artes de Lugo, día 27).
-¿Qué supone afrontar estos dos conciertos en una misma velada?
-Los pianistas tenemos una relación muy estrecha con Chopin, lo sentimos muy nuestro. Con Chopin, antes de salir al escenario, ya comienzas pidiendo perdón: es una música tan excelsa, tan bien escrita, con tantas vivencias y tanta personalidad del compositor en sus partituras... Una música tan perfecta sobre el papel, que es una responsabilidad interpretarla. Toqué los conciertos varias veces y es extraordinario: permite hacer casi música de cámara por un lado y un gran homenaje a la ópera, por otro; que es como se concibieron estos dos conciertos.
-¿Desde dónde los aborda?
-Chopin no tuvo profesor de piano. Desde muy joven desarrolló un modo de escribir muy personal; y, al estar alejado del centro europeo de la música de entonces, creó una personalidad muy específica. Su primer profesor fue Wojciech Zywny, violinista que le inculcó el amor por Bach y Mozart, y su primera fuente de inspiración es la voz. Cuando compuso estos conciertos, muchas compañías de ópera empezaban a girar llegando a Polonia. Los dos conciertos tienen paralelismos con Bellini y otros compositores belcantistas, en especial en las romanzas de los segundos movimientos; y guiños al folklore polaco en los terceros movimientos. Este Chopin todavía no profundiza en la música centroeuropea o en el pianismo de Liszt, Schumann o Mendelssohn y eso da pistas sobre cómo abordar esta música. Aquí la orquesta es muy funcional y, si se ve desde el prisma operístico del acompañamiento y de cómo las diferentes secciones van haciendo cámara con el piano, se enfoca de otro modo la relación entre orquesta y piano. Chopin reconoce en su correspondencia que trata de imitar la voz en varios momentos. Si tienes una idea más operística de los conciertos y trabajas con un maestro que tenga un punto de vista más sinfónico se debe encontrar un equilibrio; pero al dirigir desde el piano, desde el minuto uno aporto mi propio enfoque. Afrontar estos conciertos desde un punto de vista sinfónico hará perder matices evidentes desde lo operístico; y lo mismo sucede con el folklore polaco, tan presente.
-¿Qué diferencias encuentra entre un concierto con orquesta y un proyecto de cámara?
-La orquesta, incluso el gran sinfonismo, puede llegar a ser una manifestación enorme de la música de cámara. Cuando en una orquesta hay varias personas tocando sobre una idea principal que seguir, que es el legado del compositor, no dejamos de estar haciendo música de cámara, aunque sea a gran escala. El contacto con otros músicos es enriquecedor; mucho más para los pianistas, que solemos tocar solos. Tocar música de cámara o trabajar con cantantes (la expresión máxima de la música) enriquece. Se vuelve con otros ojos al piano tras hacer música con otras personas.
-Colabora mucho con la OSG.
-Le tengo gran respeto y admiración. Quien toque con la OSG debe estar muy bien preparado. Tiene un sonido con personalidad y es el conjunto idóneo para este programa, dadas la influencia operística en estos conciertos y su costumbre de hacer ópera.
-¿Tiene usted algo pendiente?
-¡Todo! Aprendo cada día. Lo maravilloso de esta profesión es darse cuenta de lo mucho que queda para llegar a saber algo. El piano tiene muchas limitaciones con las que lidiar a diario, y muchas veces aprendes de ámbitos que no son el puramente pianístico. Yo, en los ensayos de estos días, encuentro nuevos pequeños detalles en la orquesta. Solo al volver sobre repertorio que ya has tocado antes puedes ser consciente de tu evolución como artista.
«Nunca me atrajo el gran sinfonismo alemán»
Las facetas de solista y director de Iván Martín requieren equilibrio.
-Van de la mano. Muchos músicos llevan un director dentro, que a veces se desarrolla y otras no. Yo lo hice de modo gradual y natural. Empecé con conciertos clásicos (Mozart, Beethoven...) en que la figura del director-concertador es importante. Esto me permitió explorar repertorio que me atrae mucho, allá donde el director-concertador puede decir algo: hasta el clasicismo y el primer romanticismo. Además, dirigí repertorio orquestal puro: obras en las que la masa orquestal es mayor, todo es más complejo... Pero nunca me atrajeron el gran sinfonismo alemán o el expresionismo romántico: para esto hay grandes maestros. Dirigir desde el piano permite concertar la orquesta en función de las pequeñas decisiones interpretativas que tomas como solista. Tener las manos ocupadas cuando diriges implica una complicidad muy fuerte con los músicos: se crea una energía muy agradable y no hay una distancia entre solista y orquesta. Para un instrumento solitario como el piano, es muy atractivo.
-¿Pianista que dirige o director que toca el piano?
-¡Pianista que dirige, siempre! Dirigir siempre fue complementario. Como pianista, me permite entender mejor cómo abordar algunos pasajes, y esto es muy importante en algunos repertorios (Mozart, Haydn, Weber, incluso el primer Beethoven...). Pero mi instrumento principal es el piano.
-¿Qué añadiría a su repertorio?
-Tantas cosas. Dirigir Dido y Eneas, de Purcell; y la Pasión según San Mateo, de Bach. Pronto haré la Segunda sinfonía de Rachmaninov con la Sinfónica de Burgos: ¡una obra sobre la que llevo trabajando diez años! Y me gustaría tocar Amor y vida de mujer, de Schumann: conozco el ciclo en profundidad, pero Schumann me da respeto, tiene una complejidad que se halla en pocos autores.