Manuel Martín Cuenca atina con «El amor de Andrea», otro brillo al cine español
CULTURA
La Seminci constata la buena salud de las producciones «indies»
23 oct 2023 . Actualizado a las 21:00 h.La Seminci bulle con una sección oficial que no decae, como prueba El amor de Andrea, dirigida por Manuel Martín Cuenca, autor también del guion, coescrito junto a Lola Mayo. El cineasta regresa a las complejidades de la familia a través de una adolescente (la debutante Lupe Mateo Barredo: estrella a la vista) que no entiende por qué su padre las ha abandonado ni por qué su madre nada quiere saber del tema. Sobre una narración limpia, sin interferencias formales ni tópicos y con la ciudad de Cádiz como fondo, asistimos a la evolución emocional de la propia Andrea, incluido el primer amor y quizá decepcionada con ese padre añorado.
Ante la prensa, Cuenca añadió más claves sobre el filme: hay «muchos hombres incapaces de manejar sus emociones y sin apenas herramientas para contar qué les ocurre. Lo que este tipo hace es abyecto, va contra la naturaleza porque hay muchos hombres educados en una manera obsoleta de entender el mundo y están desorientados».
Con motivo de la entrega de la Espiga de Honor a la actriz Blanca Portillo, fuera de competición se presentó Teresa, filme en el que Paula Ortiz (La novia, 2015) adapta al Juan Mayorga de La lengua en pedazos —sobre El libro de la vida, de Teresa de Jesús—. Sin renunciar a su origen teatral, plantea un biopic alejado del tópico, que combina unos diálogos respetuosos con la gran mística española y la modernidad en el uso del lenguaje audiovisual. Al recital dramático de Portillo le da buena réplica el inquisidor que interpreta Asier Etxeandia.
Sin tabúes ni pedantería
Por la sección oficial pasaron dos agradables rarezas, llámeseles indie o a contracorriente del canon dominante, rompiendo tabúes formales y temáticos sin necesidad de recurrir a la trascendencia y a la pedantería, ese empeño de los autores en que el espectador haga un máster previo para asumir sus ocurrencias.
The Sweet East es el debut de Sean Price Williams, que sorprendió en la Quincena de Realizadores de Cannes con una trama desmadrada en la que nunca sabes qué será lo siguiente, mientras disecciona la bichería de un país con demasiadas dudas morales y de las otras, servido en clave road movie con Talia Ryder como una joven flipada que se propone descubrir mundo y descubrirse a sí misma. Bastante cámara al hombro y soporte 16 milímetros para esa textura de metraje robado y tan al gusto indie.
No le va a la zaga la ópera prima de la fotógrafa británica Molly Manning Walker, How To Have Sex, sobre guion propio, ganadora de Un Certain Regard en Cannes. Tres jóvenes británicas se largan a una isla griega para emborracharse, pillar cacho y bailar hasta reventar y, de paso, relucir no pocos tópicos vinculados a la virginidad, el sexo y la liturgia femenina. La directora no necesita recurrir a un tratado de psicología ni de física cuántica para contarlo con una cámara casi invisible en interiores de fiestas y discotecas, dando un sorprendente tono de verosimilitud que agiganta el resultado.
Entre los numerosos actos paralelos del certamen vallisoletano destaca El patrimonio cinematográfico en el siglo XXI, con la participación de varias filmotecas europeas y directores de festivales especializados en la recuperación del legado fílmico, como parte de las actividades de la Presidencia española del Consejo de la Unión Europea.