Abril Camino, novelista: «A los hombres les interesan muy poco las historias escritas por mujeres»
CULTURA
La autora coruñesa afirma que «Nuestro último verano en la isla» es la novela de su vida
17 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Abril Camino (A Coruña, 1980) regresa a las librerías con Nuestro último verano en la isla (Planeta), una novela protagonizada por Lucas y Marina, que se reencuentran en la casa en que pasaron sus veranos y en la que se enamoraron. Pero no es solo su historia, sino también la de sus familias y con misterio incluido.
—Decimonovena novela y muchas primeras veces: la primera que la trama también tiene como escenario su ciudad, A Coruña, y que crea una localización ficticia, en este caso, una isla en el Cantábrico. ¿Por qué?
—A veces te parece que ya lo has hecho todo y, al final, me faltaba algo tan cotidiano como ambientar una historia en Galicia, que es la primera vez que lo hago. Es cierto que la isla es un escenario ficticio, pero es gallego, porque es un trasunto de Foz. Quise que fuera una isla, pero, en realidad, es el lugar donde he pasado todos mis veranos. Esto supone una experiencia mucho más íntima, porque estás escribiendo sobre lugares que son «tus lugares», no te permite esa lejanía de ambientarlo en Madrid, Londres...
—¿Esto ha cambiado la historia? ¿Podría haberla contado sin ambientarla en esos lugares tan íntimos?
—No. Hay partes de la historia que son universales, pero hay parte de la atmósfera que yo necesitaba que fuera de aquí, sobre todo de ese pueblo de verano todavía no «turisteado», con esa dulzura de los pueblos a los que íbamos de niños. Mucha gente tiene su pueblo de verano en el que vivió esos primeros amores, esas primeras travesuras..., y era algo que me apetecía trasladar.
—Y la escribió solo en 22 días y tuvo que hacerlo en Foz.
—Sí (ríe). Fue una experiencia de inmersión. Mucha gente que no se dedica a esto le parece imposible hacerlo en pocos días, pero ya llevaba planificando la novela, documentándome y esquematizándola siete años. Entonces, en el momento de escribirla era solo trasladar al papel lo que tenía ya muy claro. La escribí en septiembre del 2020, y lo había intentando en el 2019, en el 2018..., y no me salía. Entonces, dije: «Esto es que me tengo que quedar en Foz a escribir». Entonces, en septiembre se va mi familia para A Coruña, y yo me encerré. Empecé el 31 de agosto a escribir y terminé el 21 de septiembre, con 17-18 horas al día. Fue la experiencia escritura más bonita que he tenido.
—Afirma que fue la novela que más ha disfrutado, la que más suya ha sentido y la que siempre había soñado con escribir.
—Tengo claro que es la novela de mi vida. Siempre quise hacer algo así, tanto en cuanto al argumento como a la ambientación, al mensaje, a los saltos temporales, a la trama... Tardó muchos años desde que se me ocurrió hasta que todo encajó. Cuando encajó y la escribí, es de las pocas [novelas] que he escrito en la que nunca he tenido dudas.
—Es la historia de Marina y Lucas, pero también la de sus padres. Transcurre en 1975, 1997 y 2015.
—A través de ello quería hablar de varias generaciones, de personas que han vivido realidades muy distintas a pesar de que no sean tantos años de diferencia. No tienen nada que ver los adolescentes de los 70 con los de hoy.
—En la novela aparece tanto Franco como personajes políticos...
—Quería meter política. Me apetecía hacer una novela de reivindicar la generación de los que eran adolescentes de los 70. Esta novela está muy influenciada por mi madre, y ella siempre dice: «Yo no reconozco a los chicos con los que estudié. Íbamos a las manifestaciones y ahora vienen con unas ideas retrógradas».
—Aunque es una historia de amor, quiso introducirle más ingredientes.
—Siempre me apetece escribir historias de sentimientos, esa es mi obsesión. Cuando hablas de historias de sentimientos, generalmente, se identifica con historias de amor porque tendemos a creer que el sentimiento más importante es el amor romántico, pero para mí es el menos. Pienso que hay muchas cosas más importantes que contar, como relaciones familiares, relaciones de hermanos, relaciones de amigos... En esta novela hay una historia de amor, evidentemente, pero también hay una parte que es una historia de todas las debilidades humanas: hay pasión, hay amor, hay celos, hay envidias, mentiras, traiciones, secretos... Hay muchas emociones y no todas buenas, de hecho hay muchas malas.
—Le dedica a sus padres la novela. En la anterior novela, con las citas como protagonistas, afirmaba que había cogido experiencias de sus amigas. En esta ocasión, ¿tomó muchas referencias de su padre y de su madre a la hora de escribirla?
—Yo absorbo de todo lo que tengo alrededor, lo cual no significa que todo lo convierta en una novela, sino que me puede ir dando matices. En mi casa siempre se ha hablado mucho; me sabía la adolescencia de mis padres de memoria, con 8 años te sabía decir sus canciones favoritas... Ellos hablaban mucho de su infancia, de su adolescencia... Sé las cosas por las que pasaron en sus casas, cuando se fueron a la universidad... Entonces, me apetecía hacer una memoria de eso, porque es una generación que se nos está quedando mayor y que no tiene mucho reflejo en la literatura. Así como hay 400.000 novelas ambientadas en la Guerra Civil, no veo que esa generación que eran unos chavales cuando cayó Franco tengan tantas referencias en novelas, en películas... Mi madre siempre se emocionaba viendo Cuéntame... Pero más allá de esta serie no hay tantas novelas, tanta ficción, que hable de esa generación...; y también se lo merece porque lo han tenido complicado. Nacieron en pleno nacionalcatolicismo, eran unos chavales cuando murió Franco, llegó la democracia y todo cambió por completo. Mi madre dice que son la generación que se llevó bronca tras bronca de sus padres hasta que empezaron a llevarse bronca tras bronca de sus hijas. A mi abuelo mi madre le parecía una hippie y a mí me parecía una carca (ríe)
—Empezó en el 2016 con esta novela, ¿le cuesta mucho darle forma y tomar la decisión sobre lo que escribe?
—Depende mucho de la novela. Algunas se me ocurrieron un día y a los meses ya tenía claro cómo contarlo. Para mí la clave es encontrar la estructura y el narrador: cómo contar la historia y quién la va a contar. Y en esta novela me costó mucho porque hay múltiples narradores, perspectivas, saltos en el tiempo..., hasta que no me regalé a mí misma la posibilidad de estructurarla como me dio la gana, me parecía muy difícil. Tardé muchos años en encontrar las herramientas que necesitaba.
—¿Dónde estuvo la semilla? ¿En esas historias que escuchaba de sus padres?
—Hubo muchas semillas. Me apetecía, por un lado, hablar de un amor de verano, pero también quería contar historias recibidas en casa, aunque la trama no tiene nada de real. La música es la música que sonaba en el coche cuando era niña, el paisaje es donde veraneé toda mi vida en Foz... Me apetecía todo eso y escribir una novela que tuviera un misterio. No que fuera un thriller, sino que hubiera un misterio... Cuando sumé todas esas piezas lo tuve.
—En las otras novelas, ¿no se atrevió a meter tanto misterio?
—Cuando yo escribía novela más romántica, de género, te dejaba poco margen. La novela de género está tan estereotipada que te deja poco margen y tampoco se valora tanto por parte de la lectora —porque son sobre todo mujeres— que quiere ir a la historia de amor. Necesitaba irme un poco del género para que se valorara el misterio, la parte histórica... En otras épocas de mi carrera esta novela no se hubiera entendido mucho.
—El libro se lo dedica a las lectoras. ¿Continúa uniéndose de manera exclusiva la novela de sentimientos a las mujeres?
—Creo que a los hombres les interesan muy poco las historias escritas por mujeres, salvo un par de excepciones, y, desde luego, no les interesan nada las historias de amor. Lo cual es gracioso porque Ana Karenina es una historia de amor y sí la leen. Pero las historias de amor contemporáneas no les interesan nada, sobre todo si son contadas por mujeres. Es triste para mí esto.
—Es una novela de muchas primeras veces, pero lo que no deja es los sentimientos, de amor...
—Porque no quiero. He escrito novelas en las que no hay amor romántico, pero hay otros tipos de amor. A mí el amor romántico es el que más pereza me da, me parece más apasionante la relación que puedan tener dos amigas, dos hermanas... Incluso yo diría que Lucas y Marina son más amigos que otra cosa.
—¿La próxima novela ya está en el cajón?
—Yo tengo muchas cosas en el cajón. Entonces, será cosa de que pasen unos meses, ver cómo va la acogida de La isla... y ver si sacamos algo del cajón o surge otra cosa.