Sara Rubayo presenta «pintorAs»: «¿Que no son genias? ¿Eso quién lo dice?»
CULTURA
«Se está enseñando una historia del arte con añadidos y lo suyo es hacerla mixta, completa y paritaria» , defiende la divulgadora, que ha compilado junto a Ana Gállego todas las biografías de pintoras desde la antigüedad hasta el siglo XVIII
29 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.En el siglo XI vivió una mujer que era compositora, escritora, filósofa, científica, naturalista, médica, mística, líder monacal y profetisa. Sin embargo, la historia prefirió quedarse con el nombre de otro polímata que vivió 350 años después que ella y el genio de Leonardo da Vinci prevaleció sobre Hildegarda de Bingen. Como ese hay otros muchos ejemplos de mujeres excepcionales, que lograron sortear los aranceles históricos de su época y que sin embargo han quedado sepultadas por el peso de la historia.
Todo el mundo conoce a Picasso pero el nombre de Alice Bailly no es tan famoso. Ambos eran cubistas de talento excepcional. Lo explica Sara Rubayo, autora, junto a Ana Gállego, de dos volúmenes que, bajo el título de pintorAs vienen a convertirse en una gran enciclopedia de todas las mujeres que se han dedicado a la pintura de manera profesional desde el mundo clásico hasta el siglo XVIII, y que prepara ya más volúmenes para seguir desenterrando biografías de mujeres que también tienen que formar parte del canon de la historia del arte.
«La composición de los libros de historia y de historia del arte se realiza a lo largo de los siglos XVIII y XIX y se construyen en salones con señores que consideran que las mujeres son meros floreros», explica Rubayo. Por eso, a pesar de que durante este tiempo de ardua investigación han encontrado no solo artistas citadas por Plinio El Viejo, sino también pintoras del Renacimiento y el Barroco famosas, ricas y reconocidas en vida que, simplemente, no fueron incluidas en los libros. Y su historia se fue diluyendo hasta hacer pertinente aquella pregunta de Linda Nochlin de los 70: ¿Por qué no hay grandes mujeres artistas?
Resulta que sí las había. «El trabajo que toca ahora es poner remedio a eso». Al olvido. Por eso, pintorAs es un principio, no un fin en sí mismo. Bajo la premisa de «todas dentro, ninguna fuera», los dos volúmenes ahora editados por Paidós son una recopilación de todo aquello que han podido saber de todas aquellas que han podido encontrar. Solo en el siglo XVIII han recopilado las biografías (algunas a partir de unas pocas líneas esparcidas aquí y allá) de un total de 448 pintoras. El proyecto continúa vivo: solo del siglo XIX han localizado a unas 3.500 autoras. Claro que habrá que hacer una importante labor de criba y clasificación.
La diferencia de pintorAs con otros manuales que ya han hecho una historia del arte en femenino es precisamente esa. Que el trabajo de Rubayo y Gállego las recopila a todas, no solo a aquellas de las que se dispone de más datos y que incluye también a aquellas mujeres de las que se han descubierto solo un par de líneas. pintorAs es también un hilo del que seguir tirando, una guía en forma de ovillo como el que le fue entregado a Teseo por la Ariadna que pintó, abandonada, Angelica Kauffmann en 1774 que, por cierto, defendió con maestría un género, el mitológico, que mayormente se reservaba a los hombres, considerados dignos de la alta pintura (y por tanto mejor pagada) mientras que muchas mujeres se dedicaban al retrato y los bodegones.
«Nos encontramos con mujeres que traspasan esos límites de los géneros pictóricos y se mueven como pez en el agua haciendo bodegones, retratos, pintura de género, pintura historia y pintura mitológica y paisajes». Lavinia Fontana fue la primera mujer que regentó un taller propio en el que ayudaba su marido que pintaba mitología y también desnudos, un tabú en aquella época que Giulia Lama también fue capaz de romper a través de 900 bocetos de desnudos de hombres y mujeres. Buscó, clandestinamente, la manera de tener modelos delante para poder pintar en un tiempo en el que a las mujeres les estaba vedada la entrada en la Academia para evitar que se mancillasen viendo modelos masculinos sin ropa.
Aunque hay mujeres que lo hacen todo, sí es cierto que hay una cierta generalización hacia los bodegones, que además les permitieron abrir la puerta a la ilustración científica. A que ellas quieran analizar qué plantas y qué seres están pintando y navegar entre el arte y la ciencia.
Ellas son las primeras y las que más se han autorretratado, —con salvedades como las de Rembrandt y Alberto Durero— precisamente por el carácter doméstico y muchas veces autodidacta de su formación. «Muchas practican con sus propios cuerpos y con los cuerpos de familiares, amigas y vecinas», lo que las especializa en el retrato psicológico y con una atención especial a detalles como bordados, joyas, peinados... y las convierte en artistas solicitadas al hacer retratos más amables y mucho más detallistas. «Es más exótico y más cómodo que te pinte una mujer», explica la divulgadora científica.
«Ahora, con la inteligencia artificial que se va a empezar a utilizar para leer todas esos documentos de archivo que nunca nadie se ha leído, porque no hay tiempo ni dinero para poner a un humano a leer, quién sabe si aparece más información de esas mujeres». Tampoco es la primera vez que aparece la obra de una pintora guardada en un almacén durante mucho tiempo que trastoca la historia del arte. «Por eso me pareció importante dejar ese pequeño hueco», explica la divulgadora.
Sara Rubayo solo vio mujeres en quinto de carrera, gracias a una catedrática, Estrella de Diego, que se preguntaba si las artes decorativas se consideraban menores porque las mujeres se dedicaban a ellas o si las mujeres se dedicaban a ellas porque se trataba de artes menores. Los estereotipos en lo que a mujer y arte se refiere van cayendo uno detrás de otro, como el que reserva el genio a los hombres y el papel de musa a las mujeres. «Hay biografías un poco más anodinas, pero en líneas generales son vidas extraordinarias de mujeres que lo tenían todo en contra. Y sobre todo te encuentras muchísimas pioneras».
Monjas que construyen sus libros para enseñar a sus novicias. Una mujer, Maria Sibylla Merian, que viajó a Sudamérica en el siglo XIX buscando plantas y orugas, convirtiéndose en la primera viajera científica de la historia. Mary Gartside, que desarrolló el primer corpus de teoría del color 150 años antes que cualquier hombre, y lo hizo para enseñarle a sus alumnas de pintura cómo reaccionaba el ojo a las distintas mezclas. Es más, las manchas que utilizaba se anticipan al abstracto, no solo a Malevich, Mondrian y Kandinsky, sino a Hilma af Klint. «¿Que no son genias? ¿Eso quién lo dice?».
Las grandes pinacotecas se han hecho conscientes de que de sus muros cuelgan mayoritariamente firmas masculinas y han intentado hacer esfuerzos en los últimos años con iniciativas como itinerarios y exposiciones. «Las exposiciones que se están haciendo sobre mujeres son maravillosas pero son temporales y son excluyentes». Sara Rubayo aboga por una historia del arte completa, global, en la que «quepan ellos y ellas». A las mujeres artistas «se las está poniendo como añadidas y se están victimizando en exceso. Sí, sabemos que las cosas se hicieron fatal en el siglo XIX, pero están ahí y podemos encontrarlas, tenemos las herramientas. Pongamos soluciones».
Y la solución para por «aprovechar todos los discos duros vacíos de las generaciones más jóvenes para llenarlos con la historia del arte completa, paritaria, fluida, natural y normal», reclama. No se trata tanto de seguir la estrategia de ir dando a conocer nombres de mujeres artistas hasta ahora olvidadas para que la sociedad vaya incluyéndolas en el imaginario colectivo, que en términos generales tiene conocimientos limitados de la historia del arte. «Me parece perder una oportunidad fantástica de coger cualquier estilo pictórico, cualquier período, y simplemente coger a los y las mejores artistas de ese momento y exponer». Si el imaginario colectivo no va mucho más allá de Picasso, Goya y Velázquez, ¿no es mejor presentarlas a ellas y a ellos a la vez?
La historia es bidireccional, poliédrica, se nutre de artistas hombres y mujeres. «Se está enseñando una historia del arte masculina con añadidos y lo suyo es hacer una historia del arte mixta, completa, paritaria». Y que la gente aprenda el nombre de Alice Bailly a la vez que el de Picasso y el de Rosa Bonheur al mismo tiempo que el de Courbet.
Hoy en día las mujeres son mayoría en las facultades de Historia y de Bellas Artes, «pero nos vamos a las galerías y a las salas de arte y en general nos encontramos con que lo que se exponen son hombres». Las estadísticas revelan que el precio de las obras de hombres son más elevados que los de las mujeres y aun siendo galeristas mujeres, exponen más a artistas masculinos «y los hombres siguen teniendo más atención». La historia, o más bien la humanidad, es también lenta.