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En recuerdo de Antonio Fernández Alba, conocedor y observador de la ciudad, pensador, gran maestro

Felipe Peña

CULTURA

Fernández Alba -a la derecha-, durante el discurso de aceptación del Premio Nacional de Arquitectura en el 2003. A la izquierda, uno de sus dibujos del Paseo del Rollo, en la ciudad de Salamanca.
Fernández Alba -a la derecha-, durante el discurso de aceptación del Premio Nacional de Arquitectura en el 2003. A la izquierda, uno de sus dibujos del Paseo del Rollo, en la ciudad de Salamanca. Efe

El arquitecto salmantino falleció el pasado 7 de mayo a los 96 años

21 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Además de arquitecto, Antonio Fernández Alba (Salamanca, 1927-Madrid, 2024) era un pensador. Las artes plásticas, la arquitectura eran el objeto de sus reflexiones y lo hacía a través de su obra construida y de su escritura. Miembro de la Real Academia de la Lengua Española y de la de Bellas Artes, pensaba además la sociedad con la considerable claridad del que lo hace mediante el conocimiento —o mejor, la observación— de la ciudad. Pensador críptico y oculto en los primeros años, los 50 y 60, era muy escuchado entre los estudiantes por la sutileza de sus análisis y la presencia de razonamientos con elementos dialécticos, críticos, históricos… políticos, finalmente, en sus palabras de profesor sobre la arquitectura y la ciudad en aquella árida época de los 60. Un año memorable para una generación gracias a los alientos con futuro que Fernández Alba emitía en sus palabras, escritos y obra construida.

Es del curso 1965/1966 del que quiero acordarme ahora. En ese año un numeroso grupo de arquitectos —ahora en Galicia— disfrutamos de su lúcido pensamiento sobre el mundo, pues Fernández Alba era uno de los profesores que Javier Carvajal reunía en su cátedra de proyectos en la Escuela de Arquitectura de Madrid (Daniel Fullaondo, Ramón Bescós, Alfonso Navarro y Ángel Colomina eran algunos otros).

Al recibir hace unos meses el libro publicado en A Coruña Los carteles de Felipe Peña (Luis Muñoz, editor) en el que el participaba como uno de los conferenciantes que en los 80 comparecieron en la Escuela de A Coruña, nos contestó (el pasado 26 de febrero) con una delicada carta manuscrita agradeciendo su presencia en el libro y rememorando épocas pasadas. Muchos arquitectos de aquella generación recordamos estos días sus palabras, José Antonio Franco Taboada, José Manuel Rey Pichel, Celestino García Braña, Julia Fernández de Caleya, Arsenio Díaz Garcia, Ignacio Ugalde y algunos más; y otros que ya no están. Cuando preparábamos una carta de respuesta digna de su elegante envío —«…yo permanezco con muchos años y a la espera de que el tiempo cumpla con su destino», nos decía—, conocimos la noticia de su muerte (el pasado 7 de mayo). No le llegará nuestro ofrecimiento de nuevos encuentros y debates sobre «los oasis oxidados» o los «vestigios de un clasicismo en ruinas»… Todo parecía interesarle alrededor de las encrucijadas en que se halla la arquitectura.

Era un activista de la cultura, sus escritos explicaban antes que nada la época en la que vivió, construyó, enseñó. No era un arquitecto fácil de describir. Sus textos, dibujos, arquitecturas se superponen para darnos una visión total del mundo, quizás habría que decir una visión política. Si no vuelve releeremos su último libro, Quiebran albores. Vaga memoria de la ciudad soñada (Asimétricas, 2023), en el que, manteniendo la frescura, insiste en sus preocupaciones de siempre.

Felipe Peña, arquitecto y profesor honorario de la Escuela Superior de Arquitectura de A Coruña.