Mil razones para escalar «La montaña mágica», monumental novela de Thomas Mann que cumple cien años
CULTURA
La obra es una de las cimas de la literatura del siglo XX y escruta las enfermedades del alma humana y de Europa
20 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.La montaña mágica de Thomas Mann (Lübeck, 1875-Zúrich, 1955) está por derecho propio en el olimpo de los clásicos de la literatura del siglo XX, junto al Ulises de Joyce, En busca del tiempo perdido de Proust y El proceso de Kafka. Todas exigen un lector aguerrido. Pero las mil páginas de esta cima literaria encierran otras mil razones para iniciar su dura escalada, con pasajes, para qué negarlo, de máxima dificultad. «El lector no será el mismo antes y después de leerla», advirtió el Nobel Mario Vargas Llosa sobre esta novela de aprendizaje (bildungsroman, en alemán) entre filosófica y existencial, en la que Mann radiografía el alma a través de la enfermedad, las emociones y el implacable paso del tiempo. En plena vigencia, cumple un siglo este otoño.
A través de las tribulaciones de su personaje central, el joven Hans Castorp, que visita un sanatorio antituberculoso en Davos-Platz, en los Alpes suizos, y su relación con el entorno y los demás pacientes, el narrador alemán penetra en lo más hondo del ser humano y desentraña las aflicciones del espíritu y de una Europa en la que retumban ya los tambores de la Gran Guerra.
Hamburgués de 23 años a punto de concluir sus estudios de ingeniería, Castorp arriba hacia 1907 a la montañosa ciudad suiza para visitar a su primo, el militar Joachim Ziemssen, ingresado en el exclusivo sanatorio internacional Berghof. En Davos, donde ahora se reúnen cada año los popes de la economía mundial y los grandes mandatarios, recalaban hace un siglo los tísicos de las más acaudaladas familias europeas.
Melancolía de sanatorio
Castorp llega para unos días, pero el influenciable joven se imbuye de la narcótica melancolía del sanatorio. Pasará siete años en la clínica y volverá curado al «mundo de abajo», donde le aguardan las atrocidades de la Primera Guerra Mundial. La montaña ha operado su prodigio haciéndole más sabio, poniéndole al tanto de las miserias y pasiones humanas gracias al contacto con unos enfermos que son su contrapunto. Personajes como el italiano Lodovico Settembrini, escritor humanista, masón y demócrata liberal; el judío converso, jesuita, profesor de latín, nacionalista y totalitario Leo Naphta; el aristócrata alcohólico Mynheer Peeperkorn; y la joven rusa de exótica belleza Clawdia Cauchat, el desesperado amor de Castorp al que este lanza —en francés en el original— una de las declaraciones de amor más intensas y pasionales de la literatura: «Laisse-moi ressentir l’exhalation de tes pores et tâter ton duvet, image humaine d’eau et d’albumine, destinée pour l’anatomie du tombeau, laisse-moi périr, mes lèvres aux tiennes!». [«¡Déjame sentir la exhalación de tus poros y palpar tu vello, imagen humana de agua y de albúmina, destinada a la anatomía de la tumba, y déjame morir con mis labios pegados a los tuyos!»].
Mann pertenecía a una familia de la más acrisolada y adinerada burguesía de Lübeck —capital de la poderosa y preterida Liga Hanseática—, cuya decadencia había narrado en otro hito de las letras germanas, Los Buddenbrook. En 1912 viajó a Davos para reunirse con su esposa Katia Hedwig, que se recuperaba de una afección pulmonar en el sanatorio Wald. Mann enfermó de bronquitis y el médico le propuso permanecer unos meses en observación. «No seguí el consejo: decidí escribir La montaña mágica. Otro hubiera sido mi destino si cedía a la tentación de permanecer con los de arriba», escribió.
La novela se tornó en un empeño muy ambicioso que Mann tardó doce años en entregar a la imprenta. Der Zauberberg —su título en alemán— se publicó en noviembre de 1924 en dos tomos en la editorial S. Fischer. Era radicalmente distinta a la novelita satírica situada en un sanatorio que Mann barajó como contrapunto humorístico al dramón de su Muerte en Venecia.
Fallecido hace 69 años, el 12 de agosto de 1955, Mann dejaba entre su valioso legado una de las cumbres de la literatura universal, determinante para la concesión del premio Nobel de Literatura en 1929. Y eso que los académicos suecos elogiaron más Los Buddenbrook, que Mann escribió con 25 años.
La montaña mágica tardó un decenio en llegar a España. La editorial Apolo publicó en 1934 la traducción del escritor Mario Verdaguer. Fue casi la única hasta la aparición en el 2005 de la versión que Isabel García Adánez preparó para el sello Edhasa y que superaba el arcaísmo barroco de la de Verdaguer.