Conversaciones con Joseph Campbell, el poder de la mitología para mover y conmover al hombre actual
CULTURA
El profesor Joseph Campbell (Nueva York, 1904-Honolulu, Hawái, 1987) dedicó su vida a investigar las religiones y las creencias, pero nunca separó su objeto de estudio del mundo que lo rodeaba. No era una rata de biblioteca. Buena prueba de ello es la admiración que sentía por su amigo George Lucas y el modo en que el cineasta había actualizado la figura del héroe y los mitos en su película La guerra de las galaxias. Una postura escasamente académica. Él amaba y defendía una forma plena de pasar por esta existencia. Decía que el hombre históricamente siempre ha vivido bajo la amenaza de la muerte y que eso no tiene por qué ser intrínsecamente malo. De hecho, consideraba que ese lujo del margen de protección que se disfrutaba en el siglo XX adocenaba preocupantemente a las personas: «Cuando la gente sabe que va a morir al cabo de unos meses o incluso de unas pocas semanas, se vuelve muy despierta y cobra consciencia del presente, y entonces comienza a vivir con plenitud. Vivir con la ansiedad de sufrir una calamidad futura, cuando todas las alegrías del momento presente reclaman ser reconocidas, me parece una buena manera de perderse el espectáculo», advertía.
Y no por defender los mitos predicaba el regreso al pasado, el abandono de una sociedad moderna para alcanzar una vida más sencilla: «Si nos pusiéramos a buscar el arroyo Minetta, que antes discurría por donde ahora se extiende Minetta Lane, ¿qué encontraríamos? Un desagüe. No creo que sea posible volver atrás. Esta ya no es la tierra que era. Recuerdo que, cuando era niño y vivía en Nueva York, había cabras pastando en lo que ahora son zonas de rascacielos. Todo eso ha desaparecido. Hay que seguir adelante de alguna manera y encontrar el carácter orgánico de la ciudad estructurada. Porque no hay duda de que, aunque de una forma extraña, es orgánica. Es la vida la que construye esas cosas», subrayaba.
Campbell sostenía que la raza humana es una sola, más allá de la evidencia biológica y especialmente en su historia espiritual. Es decir, tras sus muchas investigaciones, confirmó que existen unos patrones que se repiten en imágenes y representaciones de las más diversas culturas y civilizaciones (poseen una unidad esencial), por muy remotas y aisladas que se hallasen, lo que incide en la idea de que temores, necesidades, deseos, búsquedas son semejantes en toda criatura humana, inmersa en el pueblo que sea. Y que este análisis sirve para el hombre actual, aun huérfano de una mitología propia, arrasada esta posibilidad por la celeridad con que se suceden los acontecimientos y los cambios a partir de mediados del siglo XX.
«La mitología no es un juguete para niños, tampoco una cuestión arcaica que concierna únicamente a los eruditos, sin importancia para los modernos hombres de acción, porque sus símbolos, ya sea en la forma tangible de imágenes o en la forma abstracta de ideas, provocan y liberan los más profundos centros de motivación, conmoviendo a letrados e iletrados por igual, conmoviendo a las masas, conmoviendo a las civilizaciones», escribió Campbell en su libro Las máscaras de Dios, que publicó Atalanta. El sello gerundense —que se ocupa con mimo de su obra— lanza ahora Mito y sentido, que recoge una edición de una muy amplia, diversa y heterogénea serie de conversaciones con el maestro, que se explaya sobre cuestiones como el origen de los mitos, el arquetipo intemporal del viaje del héroe y el modo en que las sociedades modernas pueden convivir con los mitos y abrazar los aspectos más universales de la humanidad, resume el editor.