El grupo catalán revisó su «grandes éxitos» en un abarrotado Coliseum de A Coruña, certificando que la chispa de 1999 permanece intacta
06 oct 2024 . Actualizado a las 21:07 h.Fue en 1999 cuando Jose y David Muñoz, dos hermanos de Cornellá que trabajaban en una fábrica auxiliar de Seat, pidieron el día libre para ir a Madrid. Daban un pequeño concierto de su grupo Estopa para los directivos de BMG-Ariola. Allí estaba José María Cámara, el presidente de la compañía. Al escucharlos, dijo: «Estos no vuelven a la fábrica». Y no lo hicieron, convirtiéndose en uno de los mayores fenómenos de la música española del cambio de siglo.
Veinticinco años después siguen ahí, abarrotando el Coliseum de A Coruña, como ocurrió el pasado sábado. Y celebrando que continúan siendo el pop del pueblo, más allá del chispazo coyuntural que algunos vaticinaron en sus inicios, prediciendo que todo se iba a evaporar en cuestión de meses. En cuanto sonó Tu calorro, nada más empezar el concierto, quedó claro que aquel frescor original permanece intacto en cuanto se le quita en vivo el envoltorio de clásico ganado con el tiempo. Con Conchi Heredia haciendo los coros gitanos en la retaguardia y una banda excepcional armando de rock la canción, Estopa daba por iniciada la gran fiesta.
Tocaba conmemorar el cuarto de siglo y el grupo optó por un grandes éxitos ordenado en siete bloques con cierto aire a musical en la escenografía. Pasaron de los altos edificios de extrarradio atravesados por avenidas al solitario muro de barrio con pintadas. También de las luces de verbena a las sillas metálicas de la terraza de un bar tomándose unas cañas. Y mientras todo eso ocurría, se sucedían canciones de esas que ellas cantan con las caderas y las sienten haciendo dibujos de gozo flamenco con las manos. Temas que rascan la garganta de ellos, viéndose protagonistas de sus versos de curro, amor, barra y borrachera. «Esta canción se la dedicamos a los que se levantan a las seis de la mañana para ir a trabajar», introducía David antes de atacar Pastillas de freno. «¡Yo lo hago a las 5!», gritaba un fan desde el público antes de entregarse a su liberador estribillo de ska acelerado. David corría eufórico de un lado al otro del escenario con la camisa atada a la cintura como un juvenil.
Ahí podía verse una de las imágenes del concierto. También, en el karaoke tremendo de La raja de tu falda. O cuando entró en el escenario un Seat Panda rojo original, dejando a todo el mundo boquiabierto. Pero yendo a la barra a por una cerveza, había otra tan clarificadora o más: los camareros tirando cañas sin parar como si fuera una cadena de montaje, cantando todas y cada de sus canciones con una sonrisa en los labios. Quizá fue lo que vaticinó Cámara en 1999. En el 2024 pocas cosas certifican más el éxito —y el haber calado en la gente— que eso.