Miriam Rodríguez: «Al salir de "OT" no es que me sintiera como un producto, es que lo era»

Javier Becerra
javier becerra REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

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La artista de Pontedeume presenta su nuevo disco, «Líneas rojas», en el ciclo LiveXperience de A Coruña

07 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Se dio a conocer en el OT de 2017, la edición que revitalizó el talent-show después de un largo silencio. Quedó tercera, detrás de Amaia Romero y Aitana, y se metió cargada de ilusión en la rueda de la industria pop hasta sentirse totalmente desorientada. Por ello, Miriam Rodríguez (Pontedeume, 1996) dejó esa etapa atrás y ha vuelto como artista independiente con Líneas rojas (2024). El álbum habla claro desde su título. «Simboliza todas las barreras que han marcado mi vida y que he decidido romper. Es mi primer disco conceptual, algo que no había hecho antes», explica la cantante. El próximo sábado 12 de octubre actúa en A Coruña (Palacio de la Ópera, 20.30 horas, desde 33,31 euros) dentro del ciclo LiveXperience by Caixabank que organiza Cávea Producciones junto a TerraMusic & Events.

—Arranca este nuevo álbum con «Miedo a fallar». ¿Es lo que sentía al dar este paso?

—Ahora tenía más incertidumbre que miedo. Esa canción resume el proceso que viví desde el inicio de mi carrera artística. Todos nos hemos sentido perdidos en algún momento, sin saber hacia dónde ir, a menudo debido a factores externos. Al escribir esta canción, pensé en la presión de las expectativas que vienen con la visibilidad pública. Ese miedo.

—En el pop se busca el foco, pero cuando llega a veces no cumple lo esperado. ¿Hay algo de esa decepción en sus nuevos temas?

—Sí, definitivamente. A menudo, lo que imaginamos no se alinea con la realidad. Trabajamos toda nuestra vida por algo y, cuando finalmente llega, sentimos que no estamos preparados. Hay momentos de decepción y de adaptación. Es común que surja el síndrome del impostor, donde, a pesar de nuestra formación y preparación, la inseguridad se apodera de nosotros en los momentos decisivos. Esta sensación de decepción también incluye el costo personal de cambiar de vida, perdiendo a personas en el camino.

—Habla del momento posterior a salir de «OT» como «turbio». ¿En qué sentido lo fue?

—Al salir de OT, con 21 años, me enfrenté a muchas situaciones inesperadas. Aunque tenía cierta madurez, hay cosas para las que no estás preparada. Pasas de ser una persona anónima a estar en el centro de atención. Eso puede ser abrumador. Durante ese período, sentí que perdía el control de mi vida personal y profesional. Todo sucede tan rápido que a veces es difícil gestionarlo. Aunque hay cosas bonitas, la estabilidad se ve afectada. Para alguien como yo, que busca el control, esta inestabilidad es lo que hizo que lo considere un proceso turbio.

—¿Se sintió como un producto en esa rueda?

—No es que me sintiera un productor, es que lo era. Es innegable. En la industria musical te conviertes en un producto y, aunque no siempre lo queremos ver, esa es la realidad. A veces funciona y otras no, pero es un hecho que la industria opera de esta manera.

—Canta: «Estoy cansada de tararear / las melodías que hoy escuchan en cualquier lugar/ es aburrido tantas reglas sin podérmelas saltar». ¿Expresa algo que llevaba guardado mucho tiempo?

—Sí, creo que esta canción, con poca metáfora, transmite bastante. Hablo, en términos generales, sobre la industria musical. Puede llegar a ser aburrida, cuando no puedes saltarte ciertas reglas o debes ceñirte a patrones específicos para que las cosas funcionen. Hay mucha gente que elige caminos alternativos y eso también está bien. Vivir siempre siguiendo un libro de instrucciones y reglas puede llegar a ser limitante. Pero no lo veo como algo negativo, sino como la experiencia que uno vive.

—Hay una reafirmación común en algunos artistas que estuvieron en «OT»: la de demostrar que ahora están haciendo lo que realmente desean. ¿Ocurre en este disco?

—Eso es cierto, pero yo nunca he visto mi experiencia en el concurso como algo negativo, sino más bien como un trampolín que me posicionó donde estoy hoy. Ha habido años de trabajo duro y el desarrollo de una carrera artística, que ya no está relacionada con ese momento. No lo considero un mal inicio. Sin embargo, es cierto que en esa etapa tenía menos control sobre mi carrera. Cerrarla fue necesario para avanzar hacia una carrera profesional individual. Pero no la considero un pasado que quiero olvidar. Al contrario, es parte de mi viaje.

—¿Existe un estigma asociado a haber pasado por «OT» del que muchos quieren deshacerse cuanto antes?

—Sí, suele ser más evidente desde fuera, especialmente por parte de artistas consagrados y del público en general. Hay un estigma y nosotros somos juzgados por el simple hecho de haber pasado por un programa de televisión como algo malo. Y sí que es cierto que puede ocurrir que muchos concursantes, en algún momento, lo vean como que quieren deshacerse de esa pegatina, por así decirlo. A mí no me ha pasado. Estoy muy agradecida de que me hayan abierto las puertas para poder estar ahí. Era uno de los sueños de mi vida desde que era muy pequeña. Sería hipócrita si dijera ahora mismo que me quiero deshacer de ese apellido.

«Cantaba desde niña, mi padre me llevaba a los karaokes»

 

 

En este tercer trabajo —antes estuvieron Cicatrices (2018) y La dirección de tu suerte (2020)— Miriam Rodríguez quiso mostrar su lado más personal. Y eso incluye un corte en gallego, Tes que ser de aquí (Meigas). «Llevaba años pensando de qué manera hacerlo, de qué manera cuadrarlo bien con lo que estaba haciendo —comenta—. Toda la parte de percusión, con instrumentos gallegos, está grabada por Miguel Lamas. Ha sido, desde el inicio, mi batería y una persona de mi confianza. Es un gran músico gallego muy conocido, con quien incluso compartí instituto en Ferrol, y que para mí es como un hermano».

—¿Había una idea clara en la Miriam Rodríguez niña de que iba a ser una artista de mayor?

—Lo tenía clarísimo. No sabía al 100 % en qué rama iba a ser capaz de poder desarrollarme, porque yo desde muy pequeña quería ser cantante, actriz, bailarina...Era como un poco el 360º que toda pequeña cuando desea ser artista tiene en su cabeza. Cuando empecé a estudiar arte dramático, tenía clarísimo que quería estar en una escuela donde me lo enseñaran todo. Cantaba desde muy niña, mi padre me llevaba a los karaokes. Tenía clarísimo que este mundo me gustaba mucho.

—¿Y a quién se quería parecer?

—Uy, tenía muchos referentes; nunca he tenido solamente uno claro que me guiase. Mi padre me ponía en el coche desde Bonnie Tyler hasta Whitney Houston, pasando por Scorpions. Tenía muchos referentes muy clásicos, que me venían por ahí. Pero, al final, yo también tenía mis propios ídolos, que escuchaba desde pequeña. Grupos como La Oreja de Van Gogh, que me gustaban muchísimo. Yo quería hacer música y ser como ellos.