Irving Penn, el costurero de la fotografía

C. Devesa A CORUÑA

CULTURA

La nueva muestra de la Fundación MOP en A Coruña consta de 175 instantáneas y podrá visitarse de manera gratuita desde este sábado 23 de noviembre hasta el próximo 1 de mayo

22 nov 2024 . Actualizado a las 21:55 h.

Irving Penn veía el mundo a través de su cámara. Prueba de ello es que así descubrió al amor de su vida. Fue en 1947 en una sesión con 12 modelos. «Una de ellas, Lisa Fonssagrives, lo retó. Se dio media vuelta y se puso de perfil. Parece que ese fue el momento en el que se enamoró de ella», explica Jeff Rosenheim, comisario de la muestra más amplia sobre la obra del fotógrafo norteamericano que abre este sábado al público en A Coruña.

El recorrido supone un viaje extraordinario de la mano de 175 imágenes que para Rosenheim «son algunos de los objetos más exclusivos del mundo». La muestra narra la historia de cómo Irving Penn (1917-2009) se convirtió en el mejor artista de su época. «Ahora tenemos fotografías en nuestros teléfonos, pero donde deben estar es en las paredes. Son objetos que el artista toca y que, a través de su medio, que es el arte, deja impresos en una copia», apunta Rosenheim, que inauguró la muestra Irving Penn. Centennial en el 2017 en el Museo de Arte Metropolitano de Nueva York. Las fotografías que repasan los más de 60 años de trabajo de Penn, que se mantuvo frente al objetivo hasta los 92 años, llegan por primera vez a España de la mano de la Fundación Marta Ortega Pérez.

Las primeras con las que se topará el visitante son callejeras, «al estilo de los documentales americanos», según indica el comisario, que continúa el recorrido por los bodegones. Entre ellos, el que fue el primero que Vogue eligió como portada. «Todos los objetos se tocan entre sí. La idea del tacto está siempre presente. Él cose las fotografías», dice Roheim.

Bajo la maestría de su mirada, Penn extendió sus hilos fuera de la alta costura y democratizó las páginas de la revista de moda, a las que llevó sus retratos de población indígena de diferentes lugares del mundo. Tal y como explica su hijo, Tom Penn, su padre no se comunicaba con ellos. «No hablaba su idioma. Simplemente los tocaba y los colocaba. Había una comunicación no hablada extraordinaria». Una conexión que plasman sus imágenes, entre las que también hay trabajadores cotidianos de Nueva York, Londres o París. «Mientras esperaba a que llegasen las modelos, retrataba al camarero, no podía desperdiciar la luz», comenta el comisario de una muestra en la que no faltan rostros famosos: Truman Capote, Gianni Versace, Elsa Schiaparelli o Pablo Picasso. Penn era capaz de ver el alma que se escondía cada persona detrás de su mirada. Para subrayarlo apostó por el blanco y negro, la técnica del claroscuro, aunque en su trayectoria también hay color.

La realidad que se aprecia en sus retratos también se debe a su forma de trabajar, sin poses. «Ponía a la gente más famosa del mundo en un rincón, sin ningún elemento sofisticado, para ver cómo reaccionan». Una esquina que la muestra recrea para que el espectador experimente esa sensación. Y experimental fue la serie que Penn realizó sobre colillas. «Las recogía y guardaba en una caja de algodón», explica su hijo Tom. «Algo que cualquier otro fotógrafo desecharía, el lo recogía y lo convertía en arte». Todo lo que veía, incluso un chicle en la acera, lo tranformaba en belleza.