Anna volea con el rimel

JOSÉ MARÍA GUIMARAENS A CORUÑA

DEPORTES

ERIKA LAMARQUE

18 feb 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

Frecuentemente, Anna Kournikova salta al primer plano de la actualidad. Bella entre las bellas es, asimismo, una perdedora casi por naturaleza. Esta semana cumple su torneo número cien. Ahí es nada, aunque lo peor para ella es que a lo largo de todas esas competiciones se le ha resistido el triunfo. Y no es que carezca de cualidades tenísticas, porque aglutina notables virtudes desde el punto de vista técnico. Lo que sucede, según los expertos, es que le falta ese don especial que caracteriza a las campeonas. Eso sí, y nadie se lo discute, sigue ejerciendo como campeona en ganancias fuera de la pista. Por lo pronto, sus dos principales patrocinadores, Adidas (indumentaria) y Yonex (raquetas) la cubren de millones cada temporada. Centenaria en competiciones y nula en conquistas individuales del circuito WTA. Esta semana prueba fortuna en Dubai. Le toca como primera rival la tunecina Sfar Selima, pero si salva ese compromiso se las verá nada menos que con Venus Williams, la gran favorita. Así que lo tiene muy crudo, por no decir imposible. Desde que en 1995 disputó su primer torneo (en Moscú), su periplo en competiciones ha sido este: 1996, cinco pruebas; 1997, diez; 1998, veinte; 1999, diecinueve; 2000, veintinueve; 2001, diez. En este 2002 lleva, con el de Dubai, seis competiciones. En total, pues, esos cien torneos sin rascar un sólo título, aunque ella, cuando sale a relucir el tema, recuerda que en el año 1996 se impuso en dos torneillos de 10.000 dólares jugados en Midland y Rockford (Estados Unidos). Anna Kournikova, glamourosa donde las haya, vende más con su bellísima imagen que cualquiera otra estrella del tenis con su rosario de títulos. Mientras su carrera deportiva sigue un curso simplemente discreto, su aspecto de Lolita seductora impresiona cada vez más al público y a los anunciantes. Es la máxima expresión de la era del culto al cuerpo. Su gran ilusión es dedicarse al cine e incluso sueña, que ya es soñar, con ganar un Óscar, pero al mismo tiempo sueña también con ser campeona de Wimbledon. En el año 1997 alcanzó las semifinales en la hierba londinense. Como actriz cinematográfica ha hecho sus pinitos en una película con Jim Carrey titulada «Yo, yo mismo e irene», un filme que pasó por las pantallas con más pena que gloria. Aunque esta temporada parece empeñada en recuperar el tiempo perdido por su lesión de tobillo -comenzó en el torneo de Auckland para seguir en Sidney, Open de Australia, Tokio, Doha y ahora Dubai-, el caso es que no le falta tiempo para seguir dedicada a sesiones fotográficas, presentaciones de productos y firmas de nuevos contratos comerciales. Son ingresos al margen de la pista, que cuadruplican sus ganandias en competiciones. Aunque no es caprichosa en el vestir, ella dice que va sencilla, los modelos de Calvin Klein y de Ralpha Lauren le encantan por su comididad. También le gusta un buen traje de chaqueta y un pantalón de Armani, así como los trajes largos de Versace. Uno de estos modelitos, con tacones de aguja, lo tiene reservado para festejar cualquier día su victoria en un gran torneo, aunque eso se antoja muy lejano.