Hay lágrimas y lágrimas. El llanto de Ronaldo en Yokohama celebró la expiación de los fantasmas que le atormentaron durante los últimos cuatro años.
30 jun 2002 . Actualizado a las 07:00 h.Porque también lloró en París, claro que entonces lo hizo de impotencia, obligado a jugar (y perder) una final para la que no estaba preparado. Fuese cual fuese el motivo de su indisposición la víspera del partido ante Francia, aquel tormento parece ya sólo una lejana pesadilla. Japón vivió la catarsis del mejor futbolista del planeta. Así quedó consagrado tras los goles que dieron el pentacampeonato a la canarinha . Porque el Fenómeno lo acapara todo: la paternidad del título, el Balón y la Bota de Oro como mejor jugador y máximo goleador y la predilección que el mundo le escatimó por su dimisión del 98. A los 25 años, Ronaldo ya vivió el viaje de ida y de vuelta al olimpo del fútbol mundial. Catalogado como sucesor de los cuatro grandes (Di Stéfano, Pelé, Cruyff y Maradona) al cumplir los 21, su desplome en Francia marcó la partida del viaje a los infiernos que pacedió durante cuatro temporadas. Hasta reinventarse en Corea y consagrarse en Japón. Mientras paseó su triste semblante por los quirófanos y centros de rehabilitación, el dorado de la camiseta de Brasil destiñó. La canarinha acusó el golpe del rosario de lesiones de rodilla sufrido desde noviembre del 99 por el delantero del Inter. En su ausencia, la seleçao pareció un equipo corriente, tanto que se vio al borde del abismo que supondría su primera ausencia en un Mundial. El grupo de Scolari llegó a rastras a Corea, y allí Ronaldo hizo el resto. Porque sus ocho goles valen medio pentacampeonato. Desde los diez tantos de Torpedo Muller en Alemania 74, nadie había logrado una marca parecida. Es el gol la principal cualidad de Ronaldo, pero no la única. Como «un mocetón que tiene la envergadura física de un campeón de los superwelters y los pies de Fred Astaire» lo ve el escritor Manuel Vázquez Montalbán. Es veloz, hábil, potente e intuitivo. Ese instinto lo exhibió en el primer gol ante Alemania. Sin estar en plenitud física, el Fenómeno desnudó a la pétrea defensa germana. Sin aparecer hasta el minuto 67, liquidó el partido con dos irrupciones. «Estamos ante un patrimonio del fútbol que todos debemos proteger», opinó en su día Joao Havelange, expresidente de la Fifa. A los 25 años, y pese al bienio negro 2000-2001, ya crece al ritmo de los grandes mitos. Su precocidad lo hacía prever. Llegó a los 17 a su primer Mundial, aunque Carlos Alberto Parreira no le regaló ni un minuto en Estados Unidos. Ahora acopia su segundo título y tiene tiempo por delante para hacerse un hueco entre los grandes del balompié. Cuando iba en la cresta de la ola, Bobby Robson llegó a decir: «Será el mejor jugador de la historia». Ya se verá. De momento suma tantos goles como Pelé en los Mundiales. Sus 12 tantos se acercan a los 14 del mítico récord de Torpedo Muller. Lo tendrá a tiro en el próximo campeonato. Entonces perseguirá también su tercer trofeo Jules Rimet. Quizás se lo dijo cuando lo cogió y le habló a solas al final del partido. «Nos vemos en Alemania 2006», como rezaba la camiseta del perdedor. «En el futuro, este Mundial se recordará como el Mundial de Ronaldo», aseguró ayer Jurgen Klinsmann, campeón con Alemania en el 90. Si una crisis le convirtió en una piltrafa antes de su anterior final, el delantero del Inter pareció ayer a gusto desde el principio. Entonó el himno brasileño con despreocupación y embistió como si tal cosa el muro de Kahn, quien repelió sus ataques hasta en tres ocasiones. Pero acabó cediendo. Un bonito cadáver para agrandar su figura al lado del perdedor.