El Compostela firmó un ejercicio de fe y saber estar

La Voz

DEPORTES

Despachó al Zaragoza con un extraordinario gol de Juanito en el minuto 89.

16 mar 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

El Compostela demostró en la Romareda que tiene siete vidas y, ante el poderoso Zaragoza, sus futbolistas ejemplificaron un muy meritorio ejercicio de coraje, corazón y carácter. A pesar de todos los pesares, el equipo supo leer el partido, nunca perdió la concentración, tampoco aparcó la ambición. Y, muy al final, en el minuto 89, encontró el premio en un gol extraordinario que llevó la firma de Juanito. La jugada nació en Fabiano, que acababa de sustituir a Fran Caínzos. Anestesió un balón cerca del área rival, conectó en corto con Rodri para que éste, a su vez, triangulase hacia el delantero de Sigüeiro, en el vértice del área grande. Juanito tuvo clara la maniobra desde el primer instante. Recibió, recortó hacia dentro, levantó la cabeza y trazó una parábola precisa e impecable hacia el segundo palo. Voló Laínez, pero su esfuerzo resultó estéril. En líneas generales, el Zaragoza dominó el partido ante un Compostela ordenado, sacrificado y bien plantado. La primera media hora tuvo claro color local. Empujó con afán el equipo de Paco Flores, sobre todo por su banda derecha, por donde siempre se ofrecía Galleti, apoyado con intermitencias por Ferrón. En el minuto once, Galleti estrelló un balón en la parte exterior del poste, si bien Óliver había tapado bien el otro lado de la madera. Y diez después, Toledo cabeceó un saque de esquina al travesaño. El Compos acertó a la hora de juntar las líneas como pocas veces lo ha hecho esta temporada. Arriba, Juanito y Sequeiros trabajaron con oficio y generosidad. En el epicentro, Fidalgo (fue la sopresa en el once inicial, del que se cayó Fabiano tras confesar al técnico que no estaba anímicamente en condiciones óptimas) trataba de imprimir velocidad al juego ofensivo. Defender y atacar La consigna era defender y atacar a toque de corneta. Y quizás por ello el Compos cayó más de una vez en el error de la precipitación. Pero enseñó los dientes, especialmente en un disparo de Lima y en una frenética triangulación en la que participaron Fidalgo, Sequeiros y Juanito, quien con todo a favor para fusilar a Laínez erró por poco en la trayectoria. La segunda parte fue parecida, con la diferencia de que el Zaragoza explotó más su costado izquierdo, apenas explorado en el periodo inicial. Flores movió sus peones pero su equipo pecó de jugar demasiado en horizontal y de pisar poco el área de Óliver. Hubo una excepción, en el minuto 64. Jamelli ganó la espalda de los centrales, rompió el fuera de juego y se plantó solo ante el portero del Compos. Óliver, con aplomo, aguantó el mano a mano y logró desviar el balón a córner. Los minutos corrían a favor del colectivo de Luis Ángel Duque, que volvió a sobreponerse y a acercarse a la zona de Laínez. Rodri, que entró por Fidalgo a falta de un cuarto de hora, abrió vías de acceso por los espacios que dejaba la retaguardia maña. Sus pases a la espalda, al igual que los de Sequeiros, hicieron mucho daño. Así llegó la expulsión de Paco (blanco de las iras de la afición durante todo el partido), en el minuto ochenta. Tuvo que derribar a Juanito antes de que entrase en el área. Y era el último hombre. El Zaragoza estaba roto en dos mitades. Una parte se quedaba arriba esperando el balón, sin colaborar en el repliegue. La otra cargaba con todo el peso de la contención, muy atrás. Y en medio quedaba un oceáno en el que supo navegar el Compostela. El gol de Juanito dejó incrédula a la Romareda, que acabó cargando contra sus jugadores, sus dirigentes y sus técnicos mientras la plantilla visitante celebraba el tanto con una alegría enorme y dejaba constancia de su compromiso.