En el aniversario del lance más dramático de la historia de la Liga, sus protagonistas recuerdan sus sensaciones y anécdotas, y desvelan que el Valencia jugó incentivado
13 may 2004 . Actualizado a las 07:00 h.«Se montó una empanada tremenda en el área. Mi marca era Bebeto, que llevaba el balón, y Arroyo era el que iba con Nando, pero el caso es que éste se marchaba solo. Yo fui... y se me enganchó». Así, el valencianista Pepe Serer cometía, contra el Deportivo en Riazor, el penalti más famoso de la historia de la Liga. «Intenté provocarlo, pero me dio, me dio», revive el entonces lateral blanquiazul. Vaya si le dio. El árbitro del último partido de la temporada 1993-94, el malagueño Antonio Jesús López Nieto se acuerda con sumo detalle, «y eso que sólo vi la jugada repetida un par de veces», presume. «El penalti, lo ves y te arrancas a pitarlo, o no.... pero no te lo piensas. A mí no me dio ni tiempo. Si lo pienso, no sé si lo pito». Y lo pitó. Con toda la fuerza que le faltó a Djukic cuando lo lanzó y la que le sobró a González cuando festejó la parada que envió la Liga a 1.200 kilómetros de distancia, al bolsillo del Barça de Cruyff. Hoy se cumplen diez años de la pena máxima en la que se sumió Riazor y que sigue arañando la memoria del deportivismo. Por muchos títulos que llenen las vitrinas, siempre estará presente. Lo estuvo ante el Espanyol seis años y cuatro días después, cada vez que Riazor recibe al Valencia y hace diez días ante el Oporto. «Es normal», dice Arsenio, «y yo me acordé al ver las caras de la gente en la semifinal de la Champions». «Tras lo de Djukic, parecía que se terminaba el mundo... y al final, no», recuerda. En los ejercicios de memoria se encuentra de todo. Desde el «fue una anécdota, y cuando me hablan de ello me entra por un oído y me sale por el otro» de José Luis González (ahora segundo técnico del Ceuta) al «nunca se podrá borrar; forma parte de la historia del fútbol», de Donato, pasando por el «casi ni me acuerdo» de Paco Camarasa. Pero vaya si se acuerdan. Porque Riazor no vivió sólo noventa minutos de fútbol, sino que creó un universo paralelo con historias de todos los calados. Basta con recordar las sospechas que pesaban sobre el equipo che acusándole de haber jugado incentivado. Ya el historiador Carlos Fernández, en un relato corroborado por varias fuentes, asegura que «el pacto se realizó el martes 10 por la noche en un piso de Valencia. Iban a ser seis millones (de pesetas) para cada uno de los jugadores que fuesen a Riazor, aunque al final serían siete. A ello se unió un empresario barcelonista, que ofreció siete millones más a González si mantenía su meta a cero. Y el lunes se produjo el reparto». Hace once días, la víspera del Deportivo-Oporto, en el programa radiofónico El Larguero, Nando reconoció que «nos dimos cuenta de que estaban primados y al final me lo dijo un amigo mío jugador del Valencia, que eran cuatro millones y medio para cada uno». «Por favor. Ahora Nando ha descubierto el mundo. Puede decir lo que quiera, pero es más difícil perder que salir a ganar», contesta días después Serer. «A mí ya me pareció desmedido el gesto de González, que parecía que había ganado la Copa de Europa», dice López Nieto. Y el portero se sincera: «Sería bueno que se normalizaran las primas. Incentivar por ganar me parece lícito, por perder es como venderse. Si un empresario te da dinero por vencer, lo veo correcto». Arsenio, diplomático, zanja el tema con un «no sé si había o no, porque yo no las he visto» y Donato pone la puntilla: «¿Debían abrir las piernas para que ganásemos?» El brasileño culpa a otros factores, como la desconcentración: «Lo peor que nos pudo pasar es que el Barça jugase a la misma hora; el público me gritaba que el empate valía y los compañeros estaban pendientes del banquillo. Teníamos que ganar y se pensaba más en el Camp Nou. Cuando se quiso despertar, era demasiado tarde». También se pronuncia sobre otro de los debates del partido. ¿Quién debía lanzar el penalti? Serer no lo duda: «Bebeto se acojonó». Pero Donato lo explica: «No tenía confianza porque había fallado dos ante el Oviedo y el Aston Villa. Yo los tiraba porque nadie quería hacerlo, pero no estaba. El siguiente era Djukic». El caso es que lanzado y fallado, no hubo solución. A Camarasa se le encogió el corazón camino al hotel: «Tengo grabado el sufrimiento de los aficionados». Y el árbitro, exculpado por una vez. «La gente me pedía en Málaga que ayudara al Dépor», recuerda López Nieto, «y en el campo, Nando me dijo: 'Estoy enfadado con usted: pita el penalti, y nos quita la oportunidad de quejarnos. No nos deja ni el derecho al pataleo'».