Sus goles desequilibraron el partido ante el Wisla de Cracovia polaco
11 ago 2004 . Actualizado a las 07:00 h.Morientes demostró en el primer partido oficial que lo de ser el máximo goleador de la pretemporada no era ninguna broma. Entró en el minuto 67 y cuatro después aprovechó un gran centro de Beckham desde la derecha -lo mejor que hizo el inglés en todo el partido- para romper la resistencia del animoso campeón polaco. Al borde del final, hizo lo mismo en una asistencia de Roberto Carlos y dejó al Madrid con los dos pies en la Liga de Campeones (0-2). Sin alardes pero sin confianzas, los blancos hicieron un partido muy serio y aprobaron sus deberes. Fiel al carácter de Camacho, el Real Madrid salió despierto en Cracovia, sin esas confianzas de antaño que tanto riesgo generaban en las inmediaciones de Casillas. Desde el primer momento, los blancos trataron de imponer su mayor técnica y de controlar el partido, sabedores de lo mucho que se jugaban y de que los polacos son limitados pero conocen el oficio, se dejan el alma en cada jugada y despliegan rápidos contragolpes. Con ciertos desajustes y todavía faltos del ritmo de competición, los españoles presionaron arriba, adelantaron la defensa y tocaron bastante bien, sobre todo cuando apareció Zidane por el centro y colaboró con Helguera y Beckham, poco convincentes como pareja en el medio. Pero durante muchos minutos, hasta que a los polacos les faltó fuelle, carecieron de profundidad, de contundencia arriba. Ronaldo aún no está a punto y Raúl lucha por cada balón pero sigue lejos de su mejor versión. La colocación, el orden de los madrileños, empeoró en el arranque de la reanudación, hasta el punto de que los polacos se crecieron y metieron el miedo en el cuerpo con varios disparos de media distancia. Superados esos sobresaltos y con los polacos ya extenuados por su enorme esfuerzo, el Madrid retomó tranquilamente el mando de la situación y Raúl y Ronaldo perdonaron antes de que el recién entrado Morientes resolviera con dos típicos goles de delantero centro. Por entonces, Zidane y Ronaldo ya descansaban, prueba inequívoca de que José Antonio Camacho no se casa con nadie.