El español lamenta no haber llegado al primer puesto en la carretera y elude juzgar lo ocurrido con su rival danés
27 jul 2007 . Actualizado a las 05:36 h.castelsarrasin | Éste está siendo el Tour de los grandes vacíos. En la presente edición no hay dorsal número uno. En la etapa de ayer, nadie vistió el maillot amarillo. Por primera vez en la Grande Boucle, una jornada giró entorno a un jersey blanco, el que lucía Alberto Contador. Después, el madrileño recibió los honores de líder con sensaciones contradictorias. «Es como cuando ganas una carrera debido a la caída de otro ciclista», explicó. Muchas cosas fueron ayer contradictorias. El Rabobank tomó la salida a pesar de haber sido decapitado el día anterior. También lo hicieron el resto de equipos, aunque en la mayoría de ellos reinaba el desánimo. No hubo amenaza de plante. Ni protesta. Sólo tristeza. Tanta, que Denis Menchov, el compañero ruso de Rasmussen, se bajó de la bicicleta en el kilómetro 86.
Oficialmente, el Tour no expulsó a Michael Rasmussen, puesto que el danés no ha dado positivo ya que sólo eludió dos controles. Pero el presidente de la empresa organizadora de la carrera, Patrice Clerc, y el director, un sonriente Christian Prudhomme, dieron una rueda de prensa en la que se felicitaron por la decisión y la asumieron como propia. «Le pedimos a Rasmussen que nos clarificara las dudas sobre su programa de preparación y su localización. La información recibida fue suficiente para que el mánager del Rabobank supiera que su corredor había mentido», dijo Clerc.
Prudhomme y Clerc aseguraron en estéreo que la general es ahora más creíble y que la marcha de Rasmussen es la mejor noticia de los últimos días. Aseguraron sin pestañear que se ha acabado la presunción de inocencia, que el Tour pondrá sus propias reglas de juego y que la guerra con la UCI es abierta.
Después, los ciclistas echaron a rodar. Benatti rescató del naufragio un triunfo al vencer a tres compañeros de fuga. Se mostraba alegre pero triste. Como Contador. El español explicó que él no es nadie para juzgar lo ocurrido con Rasmussen, pero dijo que hubiera preferido perderlo de vista en la rampa de un puerto.