El tercer crac frena al Fenómeno

DEPORTES

La vida de Ronaldo ha sido intensa en lo futbolístico y en lo social. Su tercera grave lesión puede ponerle el punto y final en los estadios. Pero no fuera de ellos

15 feb 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

La vida de Ronaldo se puede contar de muchas maneras. Si nos fijamos en su etapa europea, trocearemos su biografía en cinco cachos, uno por cada camiseta que defendió en el Viejo Continente (PSV, Barcelona, Inter, Real Madrid y Milan). La división se multiplicará por diez si el criterio elegido es la compañía femenina (consortes y extraoficiales) desde Milene Domingues a Raica Oliveira. En cambio, su vida es indivisible en cuanto a patrocinadores, ya que Ronaldo ha mostrado a Nike la fidelidad que ha negado a sus novias. Por otro lado, las rodillas del futbolista brasileño marcan tres etapas en su trayectoria con tres graves lesiones, la última el pasado miércoles contra el Livorno.

El grave incidente de esta semana puede poner fin a un camino que comenzó en el São Cristovão y el Cruzeiro, de donde dio el salto al fútbol holandés con el equipo de Eindhoven. Allí fue a buscarlo el Barcelona, previo pago de 4.500 millones de pesetas en 1996 y un contrato de ocho años, pero Ronaldo solo duró uno en la Ciudad Condal. Con la camiseta culé firmó uno de los mejores goles de la historia de la Liga, el anotado en San Lázaro tras superar a cinco jugadores del Compostela desde el centro del campo. Aquel gesto llegó a ser comparado con el gol de Maradona a Inglaterra por el primer biógrafo del jugador, un brasileño doctor en Ciencias Políticas.

El Inter desembolsó por él una cifra similar y Ronaldo abrió en Italia un lustro donde vivió los peores momentos de su carrera. En noviembre de 1999 recibió el primer aviso de su rodilla en un partido contra el Lecce. Los médicos descubrieron entonces una debilidad congénita en los tendones de su articulación y el Fenómeno pasó casi medio año de baja. Su reaparición no pudo ser más trágica. Fue el 12 de abril del 2000 en el Olímpico de Roma frente al Lazio. En una carrera con el portugués Couto y sin que nadie le tocase, Ronaldo se desplomó llevándose las manos a las rodillas y emitiendo gritos de dolor. La recaída le costó un año y su concurso en el Mundial del Corea y Japón peligraba de forma seria. A Nike, su fiel mecenas, también se le doblaron entonces las rodillas. Ronaldo llegó a la cita mundialista del 2002 con un ambiente viciado en el Inter por su mala relación con Héctor Cúper, pero en un estado de forma envidiable. Sobre él caían las miradas después de que su ausencia en la final fallida de París de 1998 despertase las más disparatadas teorías (ataques epilépticos, males nocturnos...). Su Mundial del 2002 fue tan perfecto que Florentino Pérez lo incorporó a su álbum de galácticos.

Al papel cuché

En su etapa madridista Ronaldo fue un nuevo personaje del papel cuché. Su vida social llenó tantas páginas como sus méritos deportivos, dañados por su fama de vago. En un duro entrenamiento, José Antonio Camacho le dijo a Roberto Carlos que dejase de ejercitarse para no forzar su dolencia. Ronaldo, sofocado, se acercó entonces al murciano: «¿Y yo?». «¡Tú, a correr!», le espetó el técnico.

Hace tres años, el 14 de febrero del 2005, Ronaldo representó una segunda boda con la modelo italiana Daniela Cicarelli. Pese a que ninguno de los dos novios había conseguido el divorcio de sus ex parejas, el futbolista compensó la falta de legalidad con el exceso de glamur de un castillo de Chantilly, rodeados de cuadros de Botticelli o Rafael y con invitados tan dispares como Flavio Briatore, Fernández Tapias, Gilberto Gil o Elsa Pataky. Ronaldo representaba así una falsa boda en la misma mansión donde tres siglos antes Molière estrenaba su obra Tartufo o el impostor.

Marcara goles o no, Ronaldo ya era una marca millonaria que ingresaba una media de 15 millones anuales. Por eso en su garaje coincidían un Porsche Cayenne, un Alfa 147, otro Porsche 911 Turbo, un BMW 745-i o un todoterreno BMW X5.

Era feliz en Madrid hasta que se topó con Fabio Capello quien, en un partido de Copa frente al Écija, le llamó «gordo» ante el resto de la plantilla y las relaciones se deterioraron hasta que el jugador forzó su marcha en invierno.

Abría así su segunda etapa en Milán, pero esta vez con el equipo rosonero. Ronaldo, con un nuevo look , creyó haber reencontrado la felicidad lejos de Capello. Pero a sus rodillas no les gusta pisar el suelo italiano.