La París-Niza está a la vuelta de la esquina. Arrancará este domingo. Esta espera, para el ciclismo, una especie de cuenta atrás antes de la gran explosión, de la batalla de esa guerra que viven desde hace tanto tiempo la Unión Ciclista Internacional (UCI) y la ASO, organizadora del Tour de Francia y de la carrera anteriormente citada. La ASO quiere reservarse el derecho de admisión para sus pruebas. La UCI pretende aplicar su criterio y amenazó con vetar en el Mundial y en los Juegos a los que osaran correr la París-Niza. La ASO ya demostró su poder con la expulsión de Michael Rasmussen del Tour y la negativa a que lo dispute el Astana. Ante esta situación, la agrupación de equipos del ProTour (IPCT) anunció ayer haber recurrido al Tribunal de Arbitraje del Deporte (TAS) para que este zanje en el conflicto.
La IPCT señala que solicita un dictamen del TAS «en un contexto de extrema urgencia» con el fin de decidir si los equipos y corredores «están en su derecho de participar en la París-Niza sin exponerse a sanciones».
La UCI dio ayer un paso hacia una reconciliación temporal. Anunció que revisará el principio que establece que los equipos ProTour participen automáticamente en las grandes competiciones. Pat McQuaid, presidente de la UCI, recordó que el sistema de admisión se creó a partir de una demanda de la propia asociación de equipos en el 2007. «Si el reglamento es respetado y los equipos presentan a la UCI una solicitud para revisar la norma en cuestión, estoy dispuesto a estudiarla», indicó.