Una tarde de julio de 1999, Sergio García abandonó Carnoustie, en la costa escocesa, llorando sobre el hombro de su madre. En su primer Open Británico como profesional, fue engullido por un campo endiablado, con 172 golpes, 30 sobre el par, en dos días. Allí mismo se le escapó el torneo más prestigioso de Europa en julio del año pasado, y desde entonces carga con la etiqueta de perdedor. Acaba de sacudírsela en parte con su triunfo del domingo en The Players, considerado el quinto grande del golf, el torneo que da 1,7 millones de dólares al ganador, más que ningún otro de la PGA. Y volvió a llorar para dedicarle el triunfo a su madre.
«Jugué bien, pero no fue nada fácil; había muchas cosas que se escapaban de mi control. Lo mejor es que cuanto más dura es una victoria más dulce es el triunfo», destacó García. El español apunta como una de las claves de su recuperación el trabajo con Billy Foster, durante años cadi de Severiano Ballesteros. «Confió en mí desde el primer momento. Me dijo que iba por el buen camino y que me pusiera en manos de un profesional para corregir mi putt ». Le ayudó uno de los mejores instructores de juego corto, el norteamericano Stan Utley.
A los 28 años, García ganó el desempate de The Players al estadounidense Paul Goydos en el singular hoyo 17 de Sawgrass (Ponte Vedra, Florida), con su green en isla. Cerró así tres años sin títulos. Una eternidad para un golfista de su nivel, cuya arrogancia se le volvió en contra.
Ya antes de hacerse profesional se había fabricado un palmarés envidiable. Ganó el British Amateur, pasó el corte de un torneo del circuito europeo a más corta edad que ningún otro y logró el mejor registro de un aficionado en el Masters. Cuando llegó a Carnoustie en 1999 ya había nacido el Niño.
Sarazen, Medinah...
Después fue el más joven participante en la historia del siguiente grande, el Campeonato de la PGA, desde que lo disputó Gene Sarazen con 18 años en 1921. García protagonizó el duelo con el número uno mundial, Tiger Woods, en Medinah. Terminó segundo, y brindó un inverosímil golpe sobre las raíces de un árbol en el hoyo 16.
Imagen de Adidas, García se movía encantado en su papel de chico prodigio. Aceptó el juego de postularse como el gran rival de Woods. Quizá ese fue su error, alimentar unas enormes expectativas. Porque nadie le puede negar su extraordinario talento al jugador español, habitual del top ten mundial desde que se hizo profesional. Pero sí resultaron más discutibles sus actos. La imagen se volvió contra el golfista. Su caso evoca en cierto sentido al de Anna Kournikova, una estupenda tenista, en su día la mejor doblista del mundo, y perdida por su amor a la moda, la fama y el sambenito de no haber ganado título alguno de la WTA.
La carrera de García fue avanzando, con su lunar en los grandes torneos. Seguía bajo la supervisión técnica de su padre, Víctor García, profesional en el Club de Campo del Mediterráneo, la persona que le hizo coger los palos con solo tres años. En el 2003, retocó su swing . Triple ganador de la Ryder Cup, cada temporada caían títulos, aunque con cierta frecuencia protagonizaba lamentables episodios extradeportivos.
Escupitajo y bronca
En junio del 2005 ganó su anterior título de la PGA, el Booz Allen Classic, y en septiembre de ese mismo año, el último al otro lado del Atlántico, el European Masters en Suiza. Todo lo que había anunciado, su teórico papel como rival de Woods -ya con 13 grandes- y su carácter se le volvieron en contra. Llegaron meses sin triunfos, sanciones, polémicas... En marzo del año pasado escupió dentro del hoyo 13 del torneo de Miami. «No es para tanto», espetó. En noviembre, en el Volvo Masters, necesitó nueve golpes en Valderrama, cuando había llegado en dos al green. Todo por su enfado al lanzar a propósito su bola lejos de la bandera. Después, se encaró con un espectador y escuchó la reprimenda del director del circuito europeo, George O'Grady. El triunfo en The Players le devuelve al grupo de favoritos para ganar cualquier torneo que dispute.