Galicia no ha permanecido ajena a la polémica surgida a raíz de que la Federación Española de Gimnasia Rítmica decidiera excluir, inicialmente, a los chicos de las competiciones oficiales. No en vano, el 25% de los deportistas masculinos que participaron en el último torneo nacional en la categoría de Open eran gallegos: Pablo Silva (quedó segundo) y Rodrigo Vázquez (cuarto).
Esta categoría la creó la federación española hace cuatro años para incluir a las gimnastas extranjeras que todavía no tenían la nacionalidad española y a los chicos. Compiten mezclados, pero las clasificaciones son diferentes: hay una nacional femenina, otra extrajera femenina y una masculina.
Desde que se creó la categoría Open, Pablo Silva acude cada temporada a medirse con los mejores de España, es el referente de una comunidad en la que el sexismo nunca se hizo notar en esta modalidad deportiva.
A años luz del valenciano Rubén Orihuela (el número uno de la rítmica española), cuatro gimnastas luchan en el noroeste peninsular contra los prejuicios y el tópico de que su deporte «es de niñas y de maricones», como explica el actual subcampeón de España, el coruñés Pablo Silva. Desde la federación gallega también se defiende la igualdad en el ámbito competitivo, porque «tanto derecho tienen los hombres como las mujeres de mostrar sus habilidades».
Además de Pablo Silva y de Rodrigo Vázquez, Galicia cuenta con el ferrolano Martín Varela (12 años) y el ourensano Alejandro Fernández (15). Una veintena más se entrenan en las diferentes escuelas que hay, aunque todavía no se han federado. Sin embargo, ese cuarteto de pioneros supone menos del 1% de las licencias que expidió el año pasado la federación autonómica. En total, 453.
Optimismo
A pesar de ese exiguo porcentaje, son unas cifras de participación masculina que el actual subcampeón de España oficioso considera «optimistas» y que cree que pueden crecer en breve. «Si finalmente la federación española no da marcha atrás y se hace el campeonato nacional masculino, más jóvenes se unirán». Pablo Silva lleva siete años practicando un deporte que ve «tan masculino como cualquiera» y de una «gran dureza física». Se entrena once horas semanales -«el año pasado más, porque no trabajaba», aclara- y le duele que mucha gente se limite a ver esta disciplina como «una simple mariconada».
«Todavía hay mucha gente que cree que si practicas este deporte tienes determinada condición sexual. Me apena que algunos padres aún no quieran que sus hijos hagan rítmica. Es un error», sostiene indignado.
Cree que el suyo es un deporte en el que con una actuación se cuenta una historia que puede ser «la más artística del mundo o la más muscular», dependiendo de quién y cómo la exprese en la pista.
Defiende la competición masculina, pero no la mixta. «Los chicos y las chicas somos diferentes. Nuestros cuerpos no se parecen y por eso hacemos ejercicios diferentes. Nosotros tenemos más potencia y ellas más flexibilidad. Mezclarnos sería una necedad», sostiene antes de enfatizar. «Todo sería normal si no hubiera gente que tratara de hacer distinciones. A ver si por fin se nos respeta».