Un motor de alto rendimiento ensamblado en La Masía

DEPORTES

Destacaba tanto desde benjamines que también lo quería el Real Madrid, pero en Barcelona demostró que valía para futbolista

19 mar 2009 . Actualizado a las 03:05 h.

El pasado domingo por la mañana, el Celta juvenil le devolvió la moneda al Deportivo y le arrebató el título gallego de la categoría en el mismo césped de Abegondo. Entre los campeones, un extremo zurdo coruñés, con el número 11 a la espalda: Toni Rodríguez Dovale (A Coruña, 1990).

A Toni el fútbol le viene de lejos. De cuando pateaba cualquier cosa en el parque coruñés de Santa Margarita. O de cuando se lo tomó un poco más en serio y se llevó el Campeonato de España benjamín con el Riazor, y de paso, el trofeo al máximo artillero. Era el año 2000, pero ya guardaba recuerdos del Obradoiro de Daniel Patiño y Manolo Corredoira, que lo convirtió al Ural.

En el 2002 fue deportivista por un fin de semana y visitó la camiseta blanquiazul en un torneo de fútbol 7 en Brunete, en representación de un Deportivo que no disponía de categorías inferiores. Esto motivó que aceptase emigrar a Barcelona cuando el club culé le ganó la partida al Real Madrid por hacerse con el pequeño Toni. De aquel episodio guarda un regusto amargo por el tratamiento público que dio el Deportivo a su salida y lo acusó de irse por dinero.

Fue uno de los tesoros mejor cuidados en La Masía, Joan Gaspart lo sentó a su lado en la comida de Navidad de ese año y mejoró como futbolista. Pero, sobre todo, amuebló su cabeza. Toni dejó de ser Toni Cheli (apodo con el que le había bautizado el padre de un compañero del Obradoiro) y pasó a ser el Gallego, o Toni Maravilla. Con el paso del tiempo, aprendió que el fútbol también es una profesión y se dio cuenta de que muchos de los de su generación habían colgado las botas (afortunadamente, no lo hicieron Iago Falqué y Fran Mérida). Pensó en la importancia de los estudios y hoy ya está matriculado en la facultad de Química.

Las últimas noticias dicen que también sabe ser mediapunta y que en su último año de contrato con el Celta forma una buena pareja con Joselu. Tanto que ha logrado encaramarse al podio de máximos goleadores, a pesar de no actuar como delantero centro. Ya ha tenido minutos con el filial en Segunda B, donde explotó su verticalidad y velocidad de circulación de balón.

El domingo, en Abegondo, marcó un hito más en su carrera, pero hizo la puñeta futbolística a varios seres queridos, deportivistas hasta la médula: sus padres y el juvenil blanquiazul Jacobo.