La desesperada situación económica de los jugadores del Teucro se vio atenuada en los dos últimos meses por la aportación de un socio. Este benefactor donó importantes cantidades de comida para que los deportistas pudieran subsistir mientras no llegaran a buen puerto las negociaciones de la junta gestora con Hacienda para conseguir desbloquear las cuentas del club. Los pupilos de Pillo encontraron una primera remesa de alimentos en el vestuario, que pronto se vio secundada por otra más grande con productos suficientes para aguantar el tirón durante más de ocho semanas. Había bolsas y cajas con cantidades idénticas para todos.
Esa acción digna de alabar ha sido fundamental para que la plantilla, que tiene cinco nóminas y media pendientes de cobro, pudiera mantener una dieta adecuada con la que soportar el duro desenlace liguero. Además, les permitió tener la cabeza centrada en la pista. La profesionalidad de los jugadores y su pundonor, garra y espíritu colectivo hicieron que pasara casi desapercibido el agónico trance que sufrían. Los triunfos sobre Cai, Octavio y Antequera dirigieron más la atención hacia el terreno deportivo y su angustia quedó solapada por las opciones de lograr la permanencia con el presupuesto más bajo de Asobal y con taquillajes que no superan los 400 euros por partido.
La única medida de presión que adoptaron fue una mini huelga de tres días, realizada en marzo, para dar algo de notoriedad al caso. Y lo hicieron porque la situación ya era insostenible para todos. Los jugadores de aquí tuvieron que hacer de tripas corazón y tirar para adelante como pudieron, pero los extranjeros se encontraron más desamparados.
Dinero enviado desde Serbia
Así, los cinco balcánicos, Ristanovic, Curuvija, Markicevic, Kedzo y Savkovic llegaron a estar desesperados y sus familiares y amigos, pese a que la crisis también azota con fuerza en la antigua y pobre Yugoslavia, realizaron un esfuerzo inmenso para enviarles dinero.
Pero esos recursos empezaron a agotarse y, cuando el panorama ya era casi dramático, apareció el benefactor. «Fue fundamental para nuestra supervivencia que alguien nos trajera la comida al vestuario. No sabemos quién lo hizo porque parece ser que no quiere que se sepa, pero le estamos muy agradecidos tanto a él como a otros socios que nos han ayudado. Esto se repitió dos veces en las últimas ocho o nueve semanas, pero la última vez nos trajo alimentos para que cada jugador aguantara unos dos meses», desveló Curuvija. «Nos dio leche, yogures, carne, pescado, latas y de todo... 'Y conejo' (le interrumpió Ristanovic, al que le encanta esa comida). El club nos dijo que no podíamos comentarlo», destacó.
Ofertas rechazadas
Además, reconoció que «hubo momentos en los que alguno como este (señaló a Markicevic) llegó a decir 'no aguanto más'. Todos tuvimos ofertas de otros clubes desde Navidad porque sabían que estábamos en una situación muy complicada en Pontevedra, pero solo alguno pensó en marcharse».
Aclaró que «nos quedamos porque nos prometieron que la solución era cuestión de poco tiempo y, esperando, esperando, hemos llegado a mayo sin nada en los bolsillos. Además, aunque teníamos derecho a irnos, preferimos aguantar porque nos parecía algo muy feo dejar tirado al club. Dicen que en el deporte profesional no hay sentimientos, pero nosotros los tenemos».
Marko Curuvija aseguró además que «nadie entiende como seguimos jugando aquí, en este club, en la actual situación. Una persona estará jodida si no le pagan una nómina, pero imagina que no ve un euro en dos, tres o cuatro meses... Pues nosotros vamos camino del sexto. Es duro».