Los kiwis apenas pasaron del medio campo y cometieron errores gravísimos en defensa
15 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Lo de la Copa Confederaciones es un gran invento. El aficionado alivia el mono de partidos en verano y España y sus futbolistas baten récords mientras hacen turismo y conocen gente. Ayer descubrieron a Tony Lochhead, un futbolista profesional, internacional por el campeón de Oceanía, que a sus 27 años todavía no ha entendido cómo funciona lo del fuera de juego.
El lateral izquierdo de Nueva Zelanda (juega en el Wellington Phoenix de la Liga de Estados Unidos, para quien quiera seguir sus evoluciones) regaló a España el segundo tanto, anclándose a tres metros de sus compañeros que adelantaban la línea viendo llegar a Villa. Después también puso en bandeja el cuarto habilitando la posición de Capdevila.
Su trabajo fue el complemento perfecto al de su compañero Andy Boyens (central de los Red Bull de Nueva York) que siguió con la vista el primer gol de Torres y pifió como un benjamín el despeje más fácil de su vida para permitir que el Guaje hiciera el quinto de la roja.
Entre unos y otros regalaron a España el partido más sencillo de su historia reciente (hasta la Malta del 12-1 se adelantó en el marcador) para conmemorar los 33 encuentros sin perder. Si el pasado martes fue Villa el que le hizo tres a Azerbaiyán, en esta ocasión el triplete fue cosa de Torres, que había resuelto la goleada a los 17 minutos.
El del Liverpool firmó un partido inmenso, aprovechando su punta de velocidad y su disparo lejano para igualar a Julio Salinas como séptimo en el registro de goleadores de la selección. Habrían caído más en su cuenta, pero al juez de línea (de Togo) le pasó como a Lochhead y levantó el banderín cuatro veces que no eran (en uno había cinco jugadores que lo rompían).
Tres en quince minutos
El primero de el Niño entró por la escuadra. Recibió de Cesc, se dio la vuelta en la frontal y pudo mirar con calma al ángulo para colocarla mientras Boyens le daba todo el tiempo del mundo. Para hacer el segundo se sirvió de un pase atrás de Villa, que había recibido en profundidad en una jugada de Riera. En el tercero, se adelantó de cabeza para rematar un centro medido de Capdevila. Poco más de un cuarto de hora y la cara del portero de los kiwis ya era un poema.
A partir de ahí, España se relajó, en vista de la falta de malicia del rival y Nueva Zelanda consiguió pasar del medio del campo. Hasta tiraron a puerta en el minuto 26. Claro que para entonces ya había llegado el cuarto, obra de Cesc tras pase de la muerte de Capdevila. El disparo de Brockie se fue desviado y como premio el seleccionador lo mandó al vestuario segundos más tarde.
Al menos se libró del baño que tuvieron que soportar sus compañeros, incapaces de dar tres pases seguidos. Ante tanta incapacidad, al menos el guardameta Moss aprovechó para lucirse a disparo lejano de Riera. Y así se fue llegando al descanso, mientras los sudafricanos, muy animados durante todo el choque, aclamaban a Torres desde la grada.
Aún faltaba por verse el momentazo del partido: nada más salir del vestuario, el Niño se lanzó a la carrera deshaciéndose de tres rivales por el camino. Antes de llegar a la línea de fondo lanzó un centro flojo al primer palo, mientras Villa tiraba el desmarque hacia el segundo. El balón llegó despacito para Boyens que le atizó un patadón tremendo al aire. El guaje le agradeció el error marcando junto al palo de un alucinado portero. Logró así su gol número 29 con España, igualando el registro de Fernando Hierro y probando por enésima vez su enorme eficacia.
De ahí hasta el final no hubo más. Del Bosque optó por los cambios para reservar jugadores de cara a partidos de enjundia (si llegan) y los suyos prefirieron no cebarse en vista de la tremenda generosidad de la buena gente de Nueva Zelanda.