Un jugador casi desconocido derrotó ayer a Tiger Woods. Nadie había desbancado al número uno cuando iba líder en un grande, hasta que el surcoreano Yong-Eun Yang le superó para hacerse con el Campeonato de la PGA. Al ganador no le tembló el pulso ante un rival desdibujado ayer.
Saliendo de líder y con dos golpes de ventaja sobre sus principales rivales, todo estaba escrito para que Woods uniese su nombre al de Nicklaus y Walter Hagen como los únicos golfistas capaces de encadenar cinco títulos de la PGA. Al número uno del mundo le tocaba compartir en Hazeltine (Chaska, Minnesota) la partida estelar con el surcoreano Yong-Eun Yang, un tapado, un proyecto de haltera que luego cambió de deporte, un jugador que no empuñó los palos hasta los 19 años, que se hizo profesional a los 24 y que ganó el último Honda Classic. Por delante marchaba Harrington, el defensor del título.
Entre los tres debía discutirse el PGA, la última ocasión para que Woods no terminase sin majors el año. Y Woods, que solo había perdido tres torneos en toda su vida habiendo salido como líder en la última vuelta, sufrió durante casi toda la jornada. Un error de Tiger en el cuarto hoyo, unido al birdie de Yang en el tercero, sirvió el empate entre ambos por unos instantes. A partir de entonces, se sucedieron los cambios. Tiger Woods compartía el primer puesto por momentos con el surcoreano, pero no lo llegaba a ceder.
El PGA hacía rato que era un duelo entre los dos. Porque el irlandés Harrington cavó su tumba en el octavo hoyo, donde hizo un quíntuple bogey después de irse al agua. Su error recordó al que le borró de la pelea por el Bridgestone Invitational hace una semana.
Por detrás, nadie era capaz de unirse a la puja por el título. Yang, el aspirante, necesitó embocar un chip genial en el 14 para lograr un eagle que desbancó del primer puesto a Tiger, al que no le valió su birdie. Era el juego de los aciertos y de los errores. Ambos fallaron putts en el 17, que dejaron con sendos bogeys. Yang llegó con un golpe de ventaja al hoyo decisivo. En la última calle, bajo presión, dio un segundo golpe sensacional. Ahí sentenció el título.