Con planta de pívot, golpes demoledores y bonhomía de antidivo, ganó a Federer en Nueva York. Nacido hace 20 años en Tandil, cantera de raquetas, su futuro asusta
16 sep 2009 . Actualizado a las 12:27 h.Casi nada en Juan Martín del Potro (Tandil, 1978) suena a convencional. Desgarbada figura de 198 centímetros, tenista de golpes planos como los de antes, fenómeno mundial con maneras de antidivo, celebró el triunfo de su vida arropado por su equipo, apenas tres personas. Había tumbado a Roger Federer, el invencible, el fenómeno de los cinco títulos seguidos en Nueva York, el genio de los 15 majors , y su palco estaba vacío, como cuando se pateaba el mundo en busca de puntos y plata para viajar al siguiente torneo. Casi como entonces, cuando el suizo desplegó todo su mágico repertorio de golpes, cuando 24.000 espectadores vibraban con el espectáculo, el argentino se aferraba a tres caras que, desde su box , lo animaban a continuar: su actual entrenador, Franco Davin; su preparador físico, Martiniano Orazi, y su mánager, Ugo Colombini.
Con 20 años, el triunfo en el US Open ante un Federer por momentos sublime convierte a Del Potro en aspirante a todo de cara al futuro. Ganó tras más de cuatro horas de tenis a palo limpio por 3-6, 7-6 (5), 4-6, 7-6 (4) y 6-2. Coronado en pista dura, la superficie sobre la que más grandes torneos se disputan, solo ganaron el US Open siendo más jóvenes tipos como Pete Sampras, Andre Agassi, John McEnroe y Marat Safin.
«He soñado con dos cosas en mi vida. Una, ganar aquí, y otra, ganar a Roger. Pero aún tengo mucho que aprender para ser como tú», comentó en inglés dirigiéndose a Federer durante su discurso en una abarrotada pista Arthur Ashe, ante un público ya rendido a su tenis irreverente. Con casi dos metros, saca tan bien como cabía esperar y se mueve más ágil de lo que cabe imaginar. Delpo nació en Tandil, fecunda cantera de tenistas, ciudad de 100.000 habitantes, tierra donde brotan jugadores. De allí salieron Mariano Zabaleta, Juan Mónaco y Máximo González. Como ellos, agarró sus primeras raquetas siendo muy chico en el Club Independiente, también bajo los consejos de Marcelo Gómez, paseado a hombros por las calles tras el título del lunes en Nueva York.
Progresó luego con Eduardo Infantino como entrenador. Y le pulió detalles para asaltar la élite Franco Davin, el técnico que también ayudó al argentino de origen gallego Gastón Gaudio a coronar la cumbre de Roland Garros en el 2004.
Número cinco mundial desde ayer, Del Potro lleva año y pico en la cresta de la ola. Intentando cambiar lo mínimo. Por eso el otoño pasado, antes de la final de la Copa Davis contra España, se le escapó aquel comentario sin malicia sobre su amiguete Rafa Nadal: «Le vamos a sacar los calzones del orto».
Cenas gallegas las vísperas
«Estoy en manos de grandes entrenadores y eso me da mucha tranquilidad para seguir de la misma manera. Esto cambia un poco mi vida pero no cambiará mi forma de ser, no voy a cambiar de amigos», anuncia el ganador. Cuentan que cada noche, durante todo el torneo, cenaba como un turista más en un restaurante propiedad de gallegos en la Quinta Avenida. El domingo lo aclamará la Bombonera, seguro que vestido con su amada camiseta de Boca.