Diego Castro va para figura. Su gol al estilo Panenka en el partido de ayer contra el Osasuna en pleno debate sobre las aspiraciones del equipo asturiano, con empate a dos en el marcador y diez minutos para el pitido final tendrá el mismo efecto devastador en los despachos de El Molinón (que estudian la renovación de contrato del gallego desde hace semanas) que en los corazones del sportinguismo (que ya la han firmado extraoficialmente hace meses). Diego Castro es el nuevo Juanele, bautizo suscrito por el propio Pichón de Roces de forma pública.
El orgullo de Mareo nació en Pontevedra y ayer dio una lección de historia del fútbol: el penalti de Panenka. Aquel checoslovaco loco se inventó con su selección en la final de la Eurocopa de 1976 un penalti con una paradita previa al pateo tan acentuada que el portero alemán estaba vencido antes de que el balón entrase en el gol. Ayer, el Molinón asistió a la versión en technicolor.
El pontevedrés se hizo con el cuero tras una falta dentro del área a Kike Mateo. Enfrente, Ricardo. Uno de los grandes bajo los palos. Pero Diego Castro acarició el esférico, se imaginó Panenka y la pegó picada, suave, parabólica, imparable. Ricardo estiró la pierna, mientras asistía al gol que valía un partido.
La genialidad del gallego se impuso a todo lo experimentado en Gijón en los ochenta minutos anteriores. El Sporting y el Osasuna llegaban en la zona tranquila de la tabla y salieron frenéticos. En el intercambio de goles, nadie resultaba vencedor.
Manolo Preciado buscaba dos tantos de diferencia con vistas a un posible empate final con los rojillos que pudiese decidir quién seguiría en Primera División. No pudo ser. Se aplicó la teoría de la manta corta y todo lo que se tapaba por delante, se descubría por detrás, y lo aprovechaban los navarros.
De las Cuevas (minuto 17), Nekounam (de penalti en el 38), Vadocz (minuto 49) y Barral (en el 70) dejaron la faena para que la rematase Diego Castro. No defraudó el gallego y la parroquia rojiblanca disfrutó de otra tarde de gloria.