El hombre que firmó en un pedazo de papel de una cafetería el primer contrato en España de un Messi de once años repasa la progresión de la nueva Bota de Oro
17 may 2010 . Actualizado a las 02:00 h.Messi es un chaval con un don. Pero una cosa es tener un don con una pelota en los pies y otra muy distinta es jugar al fútbol. Hay que saber llevar las cualidades al campo de juego. Él ha conseguido poner un talento individual extraordinario al servicio de un equipo. Ese equipo, por filosofía deportiva y por plantilla, tenía que ser el Barça.
El crecimiento
No es casualidad que Messi sea considerado el mejor del mundo por el papel que ha desempeñado en su club, mientras que todavía no ha sido capaz de brillar con su selección. Pero es que el concepto futbolístico del conjunto es completamente opuesto. En Barcelona apuestan por el equipo en lugar de la individualidad y eso libera de presión al 10, que puede escoger las acciones en las que debe aparecer. Ahí ha estado su gran evolución desde que lo conocí: al principio pensaba que cada vez que tenía el balón debía intentar hacer la jugada del siglo, ahora ya no. Ahora es capaz de decidir cuándo dar un pase y cuándo intentar la acción individual. No necesita tener el balón en sus pies para ser decisivo, puede arrastrar a los defensas con su carrera abriendo huecos para el resto.
Eso permite, de algún modo, pillar al rival por sorpresa. Por supuesto, los contrarios están pendientes de él, porque saben que no hay otro futbolista tan desequilibrante, pero Messi se permite el lujo de ser intermitente, de aparecer cuando más conviene.
La posición en el campo
Esta temporada, además, ha ganado presencia en las inmediaciones de la portería rival. Ha podido encarar al portero con mucha más frecuencia porque las rotaciones en la delantera le han dejado muchas veces como delantero centro. Yo lo conozco desde que llegó. Desde muy pequeño. Y ahora recuerdo cuando la gente me decía: «Al chaval le sobra calidad, pero le falta gol». Claro, pero es que su misión quizá era otra. En cuanto le han permitido acercarse al arco contrario se ha hartado de marcar.
En el fútbol del Barça, el que practica ahora, pero también en el que jugaba en mi época, el esquema más habitual es el 4-3-3 o el 3-4-3 y la posición natural de Messi sería la de mediapunta. Un enganche clásico. Pero para eso necesita que el delantero le abra huecos, le despeje la frontal del área de rivales. El ariete tiene que saber desaparecer. Ese es el motivo por el que la gente ha podido ver cómo al 10 le favorece la presencia de futbolistas como Bojan, frente a otros como Ibrahimovic. Al sueco le cuesta desplazarse hacia las bandas y los defensas tapan las vías de entrada con mucha más facilidad. Con el trío de jugadores pequeños, a los defensas les faltan referencias. No saben si guardar la posición o seguir al hombre y eso no solo favorece a Messi, también permite la irrupción por sorpresa de Bojan o Pedro. Incluso de los laterales que se incorporan al ataque, como Alves o Maxwell.
Esta adaptación del jugador al equipo y viceversa ha generado nuevas complicaciones para el rival, que en muchas ocasiones necesita recurrir a las faltas para frenar al argentino. Por eso no solo ha marcado más goles este año, si no que ha provocado muchísimas tarjetas (veinte amarillas y dos rojas).
El entorno y el futuro
Messi es una estrella, pero se ha convertido también en un ejemplo de futbolista implicado. En los entrenamientos es uno más y durante los partidos se sacrifica cuando es necesario. Él necesita sentirse cómodo, por su forma de ser, y en Barcelona lo ha conseguido, rodeado de amigos. Está con la gente con la que ha vivido su progresión futbolística durante muchos años. Ahí siguen Xavi, Puyol o Iniesta. Con él han llegado Bojan o Piqué y ahora Pedro. Es como jugar en casa y para alguien introvertido y tímido como el argentino eso es fundamental. Guardiola es la guinda en ese pastel. Un cómplice perfecto que también ha mamado la Masía.
Además, a diferencia de otros genios de este deporte a los que traicionó la cabeza, este cuenta con un clan familiar consciente de la importancia que tiene la estabilidad para el futuro del mejor jugador del mundo. Está apartado de cualquier tentación o presiones externas.
En este ambiente, puede batir todos los registros (de goles, de partidos, de cualquier cosa). Dicen que le falta un Mundial, ¡pero es que ni lo ha jugado como titular! Claro que Maradona lo ganó, pero participó en varios. Messi aún no tiene 23 años y ya marca una época. El tiempo solo juega en su favor.