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Nadal frustra la esperanza británica

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso REDACCIÓN/LA VOZ.

DEPORTES

El mallorquín supera con solvencia a Murray y jugará la final contra Berdych, que eliminó a Djokovic

03 jul 2010 . Actualizado a las 02:17 h.

Grita machacón Andy Murray su « ¡come on, come on! ». Intenta animarse, convencerse de que puede ganar a Rafa Nadal, un fenómeno al que ha mirado desde un escalón por debajo desde que, con 13 años, le vio jugar por primera vez en España. Trata de encontrar la forma de ganar a un titán, un especialista en la hierba a su manera, un jugador que manda en Wimbledon a raquetazo limpio desde el fondo de la pista. Pero dos horas y 21 minutos después de saltar a la central, se rinde a una evidencia, la superioridad del mallorquín. El número uno del tenis mundial vence por 6-4, 7-6 (6) y 6-4, y jugará su cuarta final seguida en Londres (porque el año pasado no participó por lesión), una regularidad en la Catedral al alcance de solo unos elegidos en la era profesional, nombres íntimamente ligados a la hierba: Bjorn Borg, John McEnroe, Boris Becker, Pete Sampras y Roger Federer. Jugará mañana la final, en busca de su octavo grande, frente al checo Tomas Berdych, que superó al serbio Novak Djokovic por 6-3, 7-6 (9) y 6-3.

Un público volcado y exquisito

Acostumbrado a ganar en toda clase de situaciones y a rivales de cualquier condición, Nadal supera esta vez a un escocés al que se agarra la afición británica para cerrar una racha sin títulos locales que comenzó al día siguiente del triunfo de Fred Perry en 1936. El entendido público londinense dio ayer una lección de como apoyar a un jugador sin rebasar la delgada línea de la mala educación. La grada alentó con pasión a su tenista, su única figura hoy en día, pero reconociendo todos y cada uno de los méritos de su rival, al que rindió sentida admiración en todo momento, sin ofrecer siquiera un silbido. Al tiempo, Murray, con 23 años, comienza a soportar sobre sus hombros el peso de la derrota. Vencido en sus dos únicas finales de torneos del grand slam, ya ha sido dos veces derrotado en la penúltima ronda de Wimbledon.

Murray exhibió su astucia, sus cambios de ritmo, su combatividad, su servicio potente y colocado... Jugó de forma ejemplar, como había hecho en las cuatro rondas anteriores, en las que solo cedió un set. Pero no basta con eso para derrotar a Nadal. El español aguantó el chaparrón habitual en los juegos de servicio del escocés y, a la mínima oportunidad de pasar al ataque, lo zarandeó por la pista con su portentoso golpe de derecha, todo potencia y colocación, una y otra vez.

«Set-ball» para Andy

Igualado el partido, Nadal encuentra una oportunidad y la aprovecha con 4-4. Rompe el servicio de su rival y Murray al fin explota y discute con la gente de su palco. Parece el principio del fin, y entrega al juego siguiente el primer set. El segundo responde al mismo patrón. Sale de un apuro con 4-3 en contra; y vuelve a rehacerse en el tie-break , el momento de los valientes, pese a una inoportuna doble falta con 5-5. Levantó el set-ball en contra de forma ejemplar, cerrando un punto en la red con una volea de revés y rematando el desempate dos puntos después a derechazo limpio.

Nadal se permitió un descuido al abrir el tercer set, y jugó durante un rato a remolque en el marcador. Tampoco eso le alteró ante un rival que se mantiene ahora, ya adulto, un peldaño por debajo del mallorquín, ahora debido al poder mental en los momentos decisivos. Con servicio de Murray y 4-3 para el escocés, el español se rehízo con su mentalidad de gran campeón y voló hacia la final. Sin noticias de sus rodillas.