El inesperado ataque de Contador nos ha hecho dar más saltos y gritos que en el resto del Tour. ¿Será el preludio de tres días a palo limpio o un intento a la desesperada porque no se ve capaz en la alta montaña? Eso solo lo sabe él, ojalá sea lo primero para que el listón de la emoción no decaiga hasta el sábado. La realidad es que ha hecho mucha pupa a Andy Schleck -autor de una patética bajada- y mucho beneficio a Evans, capaz incluso de dejar a Alberto y a Samuel bajando. El australiano ha dado un salto de canguro para coronarse en París; ahora le falta ratificarlo, quitarse de encima el sambenito de que en todas las grandes vueltas tiene un mal día.
Las diferencias hoy vuelven a dejar claro que son los ciclistas y no el recorrido los que las provocan. Las dos pirenaicas con encadenamiento de puertos han sido un tostón, mientras que una en principio intrascendente ha despertado a miles de espectadores de la siesta. La de hoy, a priori, también se va a decidir entre los escapados -ayer fue sensacional ver el duelo entre los dos únicos noruegos del Tour, vaya par de angelitos-, pero al final vuelve a haber un pequeño puerto con descenso complicado en el que ojalá se interrumpan muchas siestas.