Campeón mundial y olímpico, Smokin'Joe no se comprende sin Cassius Clay
09 nov 2011 . Actualizado a las 09:36 h.Un fulminante cáncer de hígado se devoró ayer a uno de los mitos del boxeo, Joe Frazier (Beaufort, Estados Unidos, 1944) y consiguió lo que Cassius Clay no pudo: enviar a la lona para siempre al campeón Smokin? Joe, fumador empedernido.
Cómo iba a saber el séptimo hijo de los trece que tuvo aquella pareja de aparceros de una plantación de algodón en Carolina del Sur que siempre se iba a acordar del daño que le hizo un cerdo en su brazo izquierdo.
Esa lesión perpetua no impidió que forjase uno de los ganchos de izquierda más memorables de la historia del pugilismo. Lo hizo tras dejar la recolección de vegetales y enrolarse en un matadero en Filadelfia. Su jefe, al apreciar que perfeccionaba su boxeo con la carne colgada en lugar de vigilar el desagüe de la sangre (su labor allí), optó por recomendarlo al gimnasio de la Liga Atlética de la Policía.
Su progresión fue tal que se hizo con una plaza suplente para los Juegos Olímpicos de Tokio en 1964. El titular, Buster Mahtis, se lesionó. Y el sustituto logró el oro en boxeo para Estados Unidos. Mathis fue también su víctima en el combate por el Campeonato del Mundo en 1968. Hasta 1973 defendió el cinturón nueve veces. Foreman terminó con su dominio, pero tuvo que enviarlo a la lona seis veces antes de que el árbitro parase la pelea en el segundo asalto. Se retiró en 1981 con 32 victorias (27 k.o.), 4 derrotas y un empate. Todo este recorrido, ciego de un ojo y con el permiso de los médicos.
El palmarés engrandece a este malformado boxeador once veces padre, cantante de éxito restringido, actor de cameos e impulsor junto a su hijo Marvis de un visionario proyecto boxístico.
Sin embargo, Smokin? Joe no se entiende sin su gran rival, Cassius Clay (Muhammad Alí). Los tres combates que protagonizaron trascienden al deporte. Frazier intercedió ante el presidente Nixon para que perdonase a Alí tras su negativa a acudir a la guerra. Pero Alí lo señaló como el mal negro, afín al poder, mientras él se erigía en el boxeador del pueblo oprimido. Frazier sería el más grande sin Clay, y este lo necesitaba para serlo aún más.
De las tres peleas, la primera es conocida como el combate del siglo. La primera derrota de Clay. A los puntos, en el decimoquinto y tras caer a la lona. La segunda, en 1974. Frazier cae dos veces y pierde por puntos. Una revancha en toda regla. Solo Foreman lo había derrotado antes. La tercera pelea, el thriller de Manila. Frazier llegó al decimocuarto (penúltimo) con su ojo bueno muy dañado. Su entrenador arrojó la toalla. Pero el castigo mutuo había sido tal que en el otro rincón Alí ya se disponía a sacarse los guantes para abandonar. Nace la leyenda.
Para el recuerdo, su boxeo: «No quiero noquear a mi adversario, sino pegarle, alejarme, y mirar cómo le duele. Quiero su corazón».