quellos partidos en los que se marcan muchos goles, salvo excepciones, suelen ser calificados de malos por ambas partes. Del Deportivo-Elche (4-3) lo que puede decirse es que obligó a una actividad inesperada al hombre que atiende el marcador. Siete goles en un partido son muchos goles, aunque alguno hubiese llegado en fallo de los porteros, como sucedió en el 2-2 prefabricado por Aranzubia al que ningún militante deportivista se atrevería a formularle la menor reclamación. El deportivismo no olvida las paradas del portero de su equipo, en momentos de auténticos apuros y ante situaciones en las que se daba por cantado el gol del equipo adversario. En tales momentos es normal ver surgir la figura del excelente portero anulando el peligro. Por esto llamó la atención su fallo de ayer.
Resulta curioso, y también frecuente, tener más en cuenta el fallo de los hombres del sistema defensivo, en tanto se les pasa por alto la ineficacia de aquellos que tienen por misión batir la portería contraria. A estos, calificados de artilleros, se les pasa casi todo por alto. Sucedió ayer, como en Balaídos, que el triunfo del Deportivo se debe a un defensa, cuando en el campo estaban Lassad y Xisco. Y ya me entienden.
El éxito (?) es que, sin jugar bien, el Dépor sumó tres puntos más que le liberan de la presión que se le suponía en el último tramo de la Liga, en el que los próximos partidos eran teóricamente difíciles como son los del Almería y el Valladolid, sobre todo este último.