Espectacular. No hay otra palabra que defina y resuma mejor la actuación de Rory McIlroy en el Campeonato de la PGA. El norirlandés ganó con la misma autoridad con la que se había anotado el US Open del año pasado, con una superioridad aplastante y una forma de jugar maravillosa. El año pasado decíamos que era el jugador actual más parecido a Severiano Ballesteros, y todo lo que vimos durante los últimos días lo confirma. Se trata de un golfista verdaderamente especial ante el que el resto de participantes no tuvieron nada que hacer.
Es tan bueno que apenas hay jugadores que, siendo tan jóvenes, hayan conseguido ya a su edad dos majors. La seguridad con la que se hizo con el triunfo fue aplastante porque se trata de un jugador excepcional. McIlroy transmite que disfruta con lo que hace. Y eso es algo muy importante para este deporte. Que no todo sea concentración, trabajo y disciplina. Rory transmite confianza.
McIlroy se convierte poco a poco en el jugador que toma el relevo de Tiger Woods como referente para el gran público. Creo que en el futuro será así cada vez más. Hoy por hoy, es el golfista a seguir. Reúne todas las virtudes, con un repertorio supercompleto. No es que juegue sólido o valiente, sino que lo hace bonito, y de esa manera hace disfrutar al público. Luke Donald, por ejemplo, es un jugador diferente, y ahora hay un cambio al frente del ránking mundial. El norirlandés simboliza la cara amable del deportista porque se le ve cercano y juega con una naturalidad pasmosa. Y en ese sentido es muy positivo para el público.
Tiger nos confirma que le está costando rendir en los majors, pese a ganar tres torneos esta temporada. Quiere superar los 18 de Nicklaus y el tiempo corre en su contra. ¿Cuándo lo pasa peor? En las dos últimas vueltas de los grandes.
Al margen de todo eso, quiero destacar la actuación de Miguel Ángel Jiménez, un jugador de la vieja escuela, con garra, y al que da gusto verle jugar y competir de la forma que lo hace.