La emotividad del último partido de Manuel Pellegrini como entrenador del Málaga marcará el partido de mañana. En sus dos temporadas y media en el banquillo se ha destacado como el mejor entrenador de la historia del club. Nadie en Málaga lo discute. Estoy seguro de la afición, que acostumbra a corear el nombre del técnico durante los partidos, volverá a volcarse con él. También los futbolistas querrán sumarse al homenaje. La carta pública de Weligton refleja el sentir de una plantilla siempre al lado de su entrenador. Por este motivo, no me extrañaría que, una vez que varios futbolistas clave se han recuperado de sus lesiones, la alineación fuese la de la gala, con Caballero, Demichelis, Toulalan, Joaquín, Isco y Baptista en el once.
El problema es que desde la eliminación de la Champions en Málaga casi no se habla del plano deportivo. El adiós a Pellegrini es la despedida a una temporada irrepetible. Todo gira en torno a la configuración del equipo de cara al año que viene y un considerable descenso en las expectativas. Se va a traspasar a los mejores (Isco tiene una cláusula de rescisión de 35 millones de euros) y no se van a pagar fichajes. El club pasará del tercer o cuarto presupuesto a luchar por la octava o la décima plazas.
Un punto bastaría para que se asegurase la séptima posición y la clasificación para la Liga Europa, pero la victoria, unida a una derrota del Betis (que precisamente juega contra el Zaragoza), le permitiría cerrar la temporada un puesto por delante. La gran diferencia entre una y otra posición es que la sexta plaza le daría acceso a la fase de grupos de la competición europea con una única eliminatoria previa. La plantilla no tendría así que adelantar su vuelta de las vacaciones y el club ganaría unas semanas para planificar la temporada.