El seleccionador nacional de fútbol abanderó el juego limpio
30 may 2013 . Actualizado a las 07:15 h.Vicente Del Bosque González (Salamanca, 1950) representa a la cara amable del fútbol español. Aún tratándose de uno de los técnicos con mayores -y más importantes- títulos a lo largo de su carrera deportiva, por tanto, un dechado de competitividad, tampoco renuncia nunca a su compostura y a un estilo al que se mantiene fiel.
Si Álex Ferguson fue ordenado Sir en Inglaterra, por eternizarse en el banquillo del Manchester United, el seleccionador español ostenta un marquesado -con el título de su apellido- desde el pasado 2011. Así le reconoció la Casa Real española méritos como el de ser el único entrenador del mundo con victorias en Mundial, Eurocopa -de naciones- o la Liga de Campeones -por duplicado- con el Real Madrid.
Con su habitual parsimonia, pero toda la sencillez posible, el responsable de La Roja llegó ayer a un entorno tan bucólico como el recinto balneario de Aguas Cabreiroá, donde con el paso de los años se ha asentado su planta de envasado.
Su anfitrión fue Ignacio Rivera, consejero delegado de la firma propietaria del complejo, Hijos de Rivera, y tampoco se perdieron la cita ni el alcalde de Verín ni el presidente de la Diputación Provincial. Tanto con ellos, como con periodistas y operarios Del Bosque siempre fue locuaz y cercano. Lo mismo se ponía serio cuando hablaba de fútbol -de lo suyo-, al igual que cuando explicaba con total convencimiento que Guijuelo era «el pueblo más limpio de España, porque marrano que entra, marrano que matan».
Así es Don Vicente, que no se cansa de ver fútbol y transmitir su filosofía a «una plantilla estable, casi como si fuera de un equipo de cualquier club, así que cualquiera de los que entra no es una sorpresa». Y tampoco perdió la ocasión de reivindicar la cantera, incluso hasta el punto de admitir que no quiso tocar a nadie de la sub 21 para que también hicieran un buen papel en el Campeonato de Europa, que se solapará con la Copa Confederaciones.
El marqués de Del Bosque paseó tranquilo por las dependencias balnearias. Protagonizó un acto privado en el mismo manantial que certificó a principios del siglo pasado todo un premio Nobel, como Ramón y Cajal, justo antes de comparecer ante los medios y de firmar autógrafos o de posar con quien le salió al paso durante varios minutos. Algunos no entendieron en su día que celebrara el gol de Iniesta con un leve gesto, como si nada hubiera pasado, pero Don Vicente es así.
En Cabreiroá dejó la Copa del Mundo, la de las vuvuzelas, la que pudieron ver todos los verinenses en la tarde de ayer, como hoy o mañana, en horarios de 10.00 a 21.00 horas. Es el trofeo que marca el cénit del entrenador salmantino, que tal como llegó, se marchaba en su propio automóvil, de vuelta casa. En nada, lo espera en Brasil.
CRÓNICA VICENTE DEL BOSQUE PRESENTÓ LA COPA DEL MUNDO EN VERÍN