Chris Froome: De cazar serpientes y escorpiones, a jugar al rugbi y dejarlo todo por el ciclismo
DEPORTES
«Ir en bici en Kenia era mi libertad, mi manera de explorar», dice el ganador del Tour de Francia
22 jul 2013 . Actualizado a las 19:36 h.Para ganar su primer Tour de Francia, Chris Froome, el hombre que siempre acudía a los entrenamientos con un bote de lentejas crudas dominó montaña y contrarreloj, se hizo con tres etapas y rompió la carrera en el Mont Ventoux, aunque confesó haber sufrido en el Alpe d'Huez. Le acompañaron en el podio de París en un inédito final nocturno el colombiano Nairo Quintana (apuesta de futuro) y el catalán Joaquim Purito Rodríguez, que le arrebató el tercer lugar a Alberto Contador en el Semnoz.
La preparación para el ciclismo de élite de sus acompañantes en la gloria de los Campos Elíseos distó bastante de la de Chris Froome, más preocupado en su adolescencia de construir cabañas, cazar serpientes y escorpiones y de acampar en el Gran Valle del Rift tras pasear en bici a más de dos mil metros de altitud.
En su época de internado, el ciclismo iba después del críquet, rugbi y squash. «Adoraba el rugbi, me gustaba mucho jugar con mis compañeros. Jugaba de tercera línea, pero no tenía físico. Los jóvenes sudafricanos me molían a placajes. Terminaba roto», recuerda el británico.
Dicen que fue allí donde Robbie Nilsen le aconsejó sobre los inicios de su carrera ciclista a un Froome muy diferente al actual. Se formó en psicología y dietética. «Después de los entrenamientos se ponía un kikoy, un vestido masai. Cuando yo le conocí tenía coche, un Golf,. Ninguna rueda se parecía a la otra. Llevaba el pelo largo, pulseras, camisas kenianas», describe el que fue su primer director de equipo.
«Este viaje comenzó en una bicicleta de montaña por las sendas de Kenia», soltó Chris Froome cuando se vio ganador el que ya el año pasado había sido segundo clasificado en los Campos Elíseos tras retar a más de un pulso a su compañero de equipo Wiggins. La etapa de ayer, con mismo final e inicio en Versalles, fue el homenaje a un corredor que mostró una superioridad tal que levantó todas las sospechas de dopaje, de las que todavía se está defendiendo.
Solo hace cinco años que Froome decidió probarse en el ciclismo de élite en el centro de alto rendimiento de la UCI en Aigle (Suiza) y aparcar sus estudios de economía en la Universidad de Johannesburgo, a donde sus padres le enviaron de internado cuando él tenía 14 años. Debutó en el Tour de Mauricio. Sus primeras incursiones en las grandes vueltas fueron inusuales. Corrió su primer Tour en el año 2008 con el maillot del Barloworld y acabó 84º. En el Giro del año siguiente, con el Sky, fue 25º. Y en el 2010 fue expulsado de la carrera italiana por subir el Mortirolo agarrado a un coche.
Un hipopótamo en su vida
Una esquistosomiasis (enfermedad provocada por un parásito que consume los glóbulos rojos, y que provoca anemia) hizo que se replantease su futuro deportivo y su vida, algo que no logró aquel hipopótamo que surgió del agua cuando paseaba con su bici en Kenia y que le obligó a subirse a un árbol para salvarse. «Ir en bici era mi libertad, mi manera de estar con amigos y explorar», relata Froome acerca de aquella época.
La dolencia, más reciente, le obligó a pensar más allá del día a día, dicen quienes le conocen y le describen como «un ciclista atípico, que disfruta con la pesca y los safaris y que no conoce mucho de la historia del ciclismo ni de los grandes corredores».
Un diamante de pulido tardío que la UCI descubrió adentrado en años pero que había destacado en el Mundial sub-23 a pesar de haber atropellado a un comisario a la salida de la crono. El mismo al que el entrenador Ellingworth le espetó: «Si no aprende suficientemente rápido, no sobrevivirá en este deporte». Y vaya si lo hizo.