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Progresión geométrica, corazón de oro

M.G.Reigosa SANTIAGO / LA VOZ

DEPORTES

Salah Mejri regresa al Multiusos Fontes do Sar

28 sep 2013 . Actualizado a las 12:38 h.

Por más que se trate de un partido amistoso, el de esta tarde será especial para Salah Mejri. Por vez primera pisará el Multiusos de Sar y el rival será el Obradoiro, porque ahora sus brazos inmensos y su intimidación infinita producen para el Real Madrid. Pero se llevará la ovación que se merece, la que se ganó en solo un curso de paso por Compostela, en la cancha y fuera de ella. Porque Salah Mejri mostró en ambos escenarios una progresión geométrica y un corazón de oro.

Son muchas las claves que podrían explicar que el colectivo de Moncho Fernández firmase la mejor campaña de su historia con el internacional tunecino en sus filas. Quizás la llave maestra sea la que lleva el nombre del número 50. Por más que los rivales acumulasen kilos y centímetros dentro de la pintura, sabían que tendrían que sortear una torre que siempre aparecía en el camino hacia el aro.

En la última visita del Bilbao Básket a Compostela, Katsikaris advirtió seriamente a los bases. Aunque no literalmente, el mensaje era parecido al que sigue: «Cuidado con las continuaciones hacia el aro, porque Salah Mejri siempre llega», como esos centrales del fútbol con un talento especial para salir al cruce. En su caso, para taponar. El entrenador griego llegó a recomendar que las evitasen.

Mejri dio al equipo un plus para competir ante cualquier rival en el juego interior. Y, tras su marcha, dejó dinero en caja, además del amistoso de hoy.

Fuera de la cancha es sobradamente conocido el detalle que tuvo con Oumar Diakite, un joven pívot del Básquet Coruña que estaba gravemente enfermo y que veía en el tunecino un ídolo. Cuando le pidieron a Salah una camiseta, no solo no puso ningún inconveniente sino que se la llevó personalmente y estuvo departiendo un buen rato con el joven, quien días después falleció.

No se le recuerda a Mejri una mala cara o una negativa a hacerse una foto con un aficionados, especialmente con los niños. Entre ellos, el del propio entrenador, Moncho Fernández, que un día acudió a un entrenamiento y, mientras esperaba, se entretuvo haciendo un dibujo. Al acabar la sesión, se le acercó el pívot. Y el chaval, Guille, le mostró su creación: una camiseta del Obra con el número 50. Poco después el crío se encontró con un equipaje que lleva su nombre y el número 50. Y este periodista conoce a otro Guille al que le bastó una conversación con Salah para elegir jugador favorito.