Una especie en extinción

José M. Fernández PUNTO Y COMA

DEPORTES

22 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Una mano de seda envuelta en un guante de hierro. Los refinados gestos de Arsene Wenger ocultan la profunda convicción de que incluso el rudo fútbol inglés de finales del siglo pasado tenía remedio. Casi 18 años y 999 partidos después de su desembarco en la capital británica, Wenger es el único superviviente de los mánagers a la antigua usanza, de los entrenadores cuya autoridad sobrepasa lo que sucede sobre el césped. El modelo no ha cambiado desde entonces. Ahora, tras la travesía del desierto impuesta por la inversión en un nuevo estadio, Wenger sigue al frente de un Arsenal en plena expansión. Hace unos meses, se sentó en la junta de accionistas del club para renovar su apuesta: desarrollo de la cantera, búsqueda de futbolistas desconocidos que en el futuro puedan generar plusvalías y empleo de los crecientes recursos en figuras consagradas. El fichaje de Ozil fue el aviso de que el Arsenal estaba de vuelta y de la irrenunciable apuesta por el juego combinativo, el passing game, la fórmula para huir del sopor del pasado («boring Arsenal») y combatir el tradicional bombardeo aéreo de la Premier, aun a costa de soportar el desprecio de engreídos triunfadores como los que tendrá esta tarde enfrente. El avaro francés es el representante de una especie, desgraciadamente, en extinción.