Una eternidad con los «gunners»

Guillermo Ximenis LONDRES / EFE

DEPORTES

Arsene Wenger alcanza hoy los 1.000 partidos al frente del Arsenal, en el que instauró el gusto por el juego y con el que ganó 3 Ligas y 4 Copas

22 mar 2014 . Actualizado a las 14:06 h.

Arsene Wenger, el técnico francés que llevó los modales europeos al fútbol británico, cumple hoy mil partidos en el banquillo del Arsenal. Los cambios que introdujo en el club de Londres ya hace casi dos décadas fueron tan profundos y los éxitos que logró en sus primeras temporadas marcaron tanto a los aficionados que los 8 años, 9 meses y 27 días de sequía han minado su autoridad.

Con 64 años (Estrasburgo, 22 de octubre de 1949), el francés es uno de los entrenadores que más tiempo se ha mantenido al frente de un equipo de élite y se aferra a su leyenda para continuar al mando de un equipo que ha perdido algo del brillo de sus primeros tiempos. A finales de septiembre de 1996, los gunners anunciaron que el puesto de entrenador, para que el que se había barajado el nombre de Johan Cruyff, sería para Wenger, hasta entonces técnico del japonés Nagoya Grampus. A la prensa el nombramiento le pareció poco serio: «Arsene Who?» (¿Arsene quién?), se preguntaba.

Además de un desconocido en Inglaterra, era un hombre de apariencia refinada y en el norte de Londres pensaron que tendría dificultades para domar un vestuario con futbolistas con fama de alborotadores, como Ian Wright y Tony Adams. Los modales de Wenger, como se encargaría de demostrar, escondían un carácter férreo y su trayectoria como entrenador era más sólida de lo que muchos pensaban.

Con 39 años había ganado la liga francesa con el Mónaco (1988) y, en 1994, había rechazado una oferta del Bayern Múnich para retirarse 18 meses a Japón, de donde regresó con las ideas renovadas y una Copa del Emperador en la maleta. Lo primero que hizo al llegar al vestuario de Highbury fue establecer severas prohibiciones entre sus jugadores. A sus órdenes quedaban proscritas las barras de chocolate y los dulces que circulaban antes y después de los partidos, así como las innumerables pintas de cerveza.

Pero, sobre todo, quedaba prohibido lanzar balones hacia el campo contrario confiando en que algún compañero se adelantaría a la defensa, esa forma de juego tan inglesa. Wenger no era Cruyff, pero el estilo que tenía en la cabeza se parecía más al fútbol de toque del Barcelona que había ganado la Copa de Europa cuatro años antes que al combativo Arsenal de Bruce Rioch, que la temporada anterior se había quedado a 19 puntos del Manchester United y se había clasificado para la Uefa en la última jornada. En su primera temporada los gunners terminaron terceros, a 7 puntos del United, y Wenger se ganó el respeto de todos en Highbury y el apodo de Le professeur (El profesor). En la siguiente campaña, el Arsenal conquistó la Premier y la Copa de Inglaterra, una conjunción que no se daba desde 1971.

Los años siguientes fueron una sucesión de éxitos: doblete en el 2002, la Liga en el 2004 y la Copa en el 2003 y el 2005, mientras que en el 2006, quizás el clímax de su carrera, llevó al equipo a la final de la Liga de Campeones, que perdió en París ante el Barcelona de Frank Rijkaard.

Wenger se forjó cierta fama de avaro en cuanto a fichajes de nuevas estrellas, como si los fondos del Arsenal fueran sus propios ahorros, según una broma habitual en Inglaterra. Con todo, nadie le regatea los aciertos de su política: Patrick Vieira, Thierry Henry, Gaël Clichy, Cesc Fàbregas o Van Persie, entre otros. Rompió su habitual moderación en el gasto este verano, cuando pagó por el alemán Mesut Özil 50 millones de euros. El motivo para ese cambio de estrategia es que la confianza en el entrenador, que durante años pareció ilimitada, comenzó a sufrir las primeras grietas la pasada temporada, cuando el equipo sufrió hasta la última jornada para entrar en Champions.

Este curso, a falta de ocho jornadas, el Arsenal es tercero, a cuatro puntos de Chelsea, y hoy visita Stamford Bridge en una ocasión especial en la que Wenger cumplirá mil partidos en el banquillo y podría allanar el camino para volver a ganar una liga si se lleva los tres puntos del oeste de Londres.