Jorge Mendes, del videoclub al poder absoluto

Pablo Gómez Cundíns
Pablo Gómez LA VOZ / REDACCIÓN

DEPORTES

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El intermediario portugués acapara todas las estrellas del fútbol e impone su ley a los clubes

08 sep 2014 . Actualizado a las 11:50 h.

La lista es interminable: Cristiano Ronaldo, James Rodríguez, Radamel Falcao, Diego Costa, Ángel Di María, David de Gea, José Mourinho, Pepe, Jackson Martínez, Marcelo, Coentrao, Adrián, Quaresma, Mangala, Ricardo Carvalho, Joao Moutinho, Bruno Alves... Pero todos tienen un denominador común: Jorge Paulo Agostinho Mendes (Lisboa, 1965).

Se podría decir que ellos son sus criaturas. Él es el doctor Frankenstein. A este punto ha llegado del fútbol, entregado por completo al hombre que maneja los hilos del mercado de una forma en la que ningún otro intermediario lo hizo en lo que va de historia del fútbol.

Bajo el paraguas de Gestifute y con treinta empleados en nómina, Jorge Mendes gestiona una cartera de alrededor de un centenar de clientes valorada en unos 600 millones de euros. Allá donde se entrega un premio y se realiza un ránking (ya sea puramente deportivo o salarial), los hombres de Mendes ocupan las primeras posiciones. Son las consecuencias de los terremotos que ha provocado el agente luso en los últimos períodos de fichajes. Este verano no ha sido una excepción.

Dejando a un lado operaciones menores (las que se quedan en solo unas decenas de millones de euros), Jorge Mendes ha estado detrás del pase de Diego Costa del Atlético a Chelsea (38 millones euros), del de James Rodríguez del Mónaco a Real Madrid (80 millones) y del de Ángel Di María del Real Madrid al Manchester United (75 millones), entre otros.

Hacer la cuenta del porcentaje que puede ingresar el representante en este tipo de operaciones (entre el 10% y el 15% del montante total del traspaso entre clubes, más lo que pueda pactar con cada jugador en función del salario que logre arrancarle a los clubes) es un ejercicio de pérdida de tiempo. Absolutamente. Una de las claves de la fuerza de Jorge Mendes es la continuidad. Todos estos futbolistas han sido protagonistas en épocas anteriores de otras operaciones igualmente ostentosas. Bien sea para reforzar un equipo con un futbolista de élite, para aparentar con un gran dispendio, o simplemente para especular con el precio de un jugador, los clubes ya saben a quien llamar. Y los deportistas que quieran entrar en la rueda. No solo a los niveles de Cristiano Ronaldo, James o Di María, sino también cuando poseen una trayectoria en ciernes. Baste recordar cómo se armó el Deportivo la temporada 2012-2014, la del descenso, bajo la anuencia de Lendoiro, ahora consejero del Santos Laguna mexicano en una jugada que ciertos medios mexicanos apuntan como el desembarco de Jorge Mendes en el imperio de Carlos Slim.

La asesoría condicionada del portugués a los grandes clubes tiene un ejemplo palmario en el Valencia. La llegada de Peter Lim (una de las personas más ricas de Singapur) se tradujo en una mayor presencia de su hombre de confianza en materia futbolística: Jorge Mendes. Hay quien sostiene que ha sido al revés y que fue el luso el que situó al oriental al mando de la nave en Mestalla. Gestifute ha colocado una decena de nombres en el vestuario ché.

Del videoclub al poder absoluto

El verdadero camino recorrido por el exfutbolista que decidió colgar las botas para fundar una cadena de videoclubes en el norte de Portugal con base a solo treinta y cinco kilómetros de la frontera con Galicia es todo un misterio.

Pero lo que sí se sabe a ciencia cierta son sus demoledores consecuencias. Mendes fue acusado de manejar mediante los desórdenes de sus jugadores (abrumadora mayoría y con peso específico) los vestuarios de clubes como el Real Madrid, el Oporto, Valencia, Atlético de Madrid, Chelsea, PSG, Manchester City o Deportivo (Hélder Postiga ha sido el último en vestirse de blanquiazul).

Acerca del conflicto de intereses que puede derivar del poder de Mendes, el Wall Street Journal escribió un reportaje sobre él titulado: «Cómo ser el dueño de un club sin comprarlo». El diario norteamericano fue más allá y describió a Mendes como «el dueño del Real Madrid» en la época de José Mourinho como entrenador blanco. Y planteaba una pregunta de difícil respuesta: «¿Negociaría Mendes con Mourinho acerca del futuro de Cristiano Ronaldo?».

Esta cuestión es la piedra angular sobre la que el rotativo neoyorquino sostiene su conclusión al reportaje: «El modelo de negocio de Jorge Mendes no sería posible en Estados Unidos», en referencia a las grandes Ligas profesionales, en las que el entrenador del equipo actúa como director deportivo del club en cuestión.

La singular historia del hombre que mueve unos doscientos millones de euros en cada turno del mercado de fichajes arranca vinculada al fútbol en el Vianense.

Cuando el club le dio la baja, Mendes le compró unas vallas publicitarias. Pronto llegó lo del videoclub y la gestión de locales de hostelería. Nuno, su primer representado, frecuentaba uno de ellos. Hugo Viana (del Sporting de Lisboa al Newcastle por doce millones en el año 2002) fue su primer gran negocio. Así comenzó a derrotar a potentados como José Veiga (el de Luis Figo) y Palio Barbosa. José Mourinho y Cristiano Ronaldo fueron sus piedras angulares. El Mónaco y el Real Madrid, sus filones.

Mendes lleva diez años manejando el fútbol (atrás quedan los Deco, Maniche, Márquez...), pero en el horizonte el negocio se amplía a la asesoría que brinda a fondos de inversión como Quality Sports Investment y agencias como Creative Artists Agency. Ni la Fórmula 1 ni el surf ni el tenis se escapan a sus redes, por el momento con los jóvenes valores del deporte portugués en cartera. En la cartera de Mendes, claro está.

Y los que no se encuentran, acaban cayendo de una manera u otra. Filipe Luis y Adrián, ambos exjugadores del Atlético de Madrid, no dudaron en romper su relación con sus anteriores representantes y situarse bajo el ala de Jorge Mendes para desbloquear su salida del club rojiblanco. El delantero acabó fichando por el Oporto y el defensa por el Chelsea de José Mourinho.

La veneración que profesan los deportistas representados por Mendes hacia su representante llega a límites insospechados. Hasta la beligerancia contra sus propios clubes. El cierre de mercado de fichajes en el Real Madrid hace apenas unos días fue resumido en boca de Cristiano Ronaldo (enseña del clan Mendes) de una forma lapidaria: «Yo tengo mi opinión muy clara, pero no puedo decir siempre lo que pienso. Si yo mandara, igual no lo había hecho así». Por lo visto, el club no había accedido a fichar a Falcao.

La relación, dicen, es estrecha entre representante y representados. Él es su consejero, su ángel de la guarda. Pero también el diablo al que han vendido su alma. El dueño del producto.

El agente luso no permite ni el más mínimo despiste en sus pupilos. Les ata en corto e impide que se deprecie el género que tiene entre manos. Eso es lo que parece haber hecho con la imagen que transmite Cristiano Ronaldo, mucho menos agresiva en los últimos tiempos, hasta conseguir el Balón de Oro sin estridencias. A CR7 no solo no le pareció mal, sino que parecen encantados de haberse conocido. De hecho, se construyó una mansión en el Parque Nacional da Peneda-Gerês de cuatro millones de euros. Como Mendes.

Todo comenzó con Nuno escondido en un hotel de A Coruña

Para que Nuno Herlander Simões Espírito Santo acabase sentado en el banquillo del Valencia, antes tuvo que esconderse en el hotel Riazor de A Coruña en el verano de 1996 en una de los episodios más truculentos de la historia del fútbol. Allí comenzó todo. Comenzó Nuno y comenzó Jorge Mendes (fue su primera operación). JB Toshack ya tenía cinco porteros en nómina como entrenador del Deportivo, pero el club y Mendes ya habían pactado el fichaje de Nuno, meta de la selección olímpica portuguesa. Tras disputar los Juegos de Atlanta, Nuno no tomó un avión hacia Guimaraes para reincorporarse al Vitoria, su equipo, sino que se embarcó en un viaje hacia A Coruña. Estuvo en paradero desconocido hasta que los clubes llegaron a un acuerdo. Después se supo que había estado escondido en el hotel Riazor y que se entrenaba de incógnito todos los días sobre la arena de la playa. Disfrutó de pocas oportunidades en el Deportivo y después de multitud de cesiones, regresó a Portugal para enrolarse en el Oporto incluido en el pase de Andrade, también de Mendes.