Desde la distancia, que permite un cierto grado de perspectiva, la salida de Andoni Zubizarreta de su puesto de director de fútbol estaba cantada. Muchos querían deshacerse de él porque necesitaban una cabeza en la bandeja de plata de la opinión pública. Muchos vieron en el laudo suizo una ocasión para quitarse de encima a alguien que no hacía funcionar el club. Sin embargo, a mi modesto entender, fueron las declaraciones a Mónica Marchante en el postpartido de Canal Plus donde Zubizarreta prendió la mecha que terminó por hacer explotar su vinculación el FC Barcelona.
Andoni respondió, con gran tranquilidad, las preguntas directas y sin tapujos formuladas por la periodista. Y su manera de contestar fue sencilla, eludiendo cualquier responsabilidad debido a que el entonces vicepresidente deportivo estaba al tanto de todo y ese es el actual presidente de la entidad. Algo así como ?si me tienen que echar a mí tendrá que irse el también?. Un pulso en toda regla, bien de modo intencionado o bien producto de un estado de inconsciencia mental transitoria, que dejaba a Bartomeu a los pies de los caballos. En cualquier institución, el presidente es sagrado y toda la entidad debe trabajar para ayudarlo y protegerlo.
No es su frase ?mi cargo siempre está a disposición del presidente? la que causa su salida sino su elusión de responsabilidad en perjuicio de Bartomeu al que tilda de conocedor de los asuntos de La Massía para incorporar a extranjeros en edad vedada por FIFA.
Inestabilidades
La cuestión, más allá de las salidas de Zubizarreta y su grupo del área deportiva, reside en la inestabilidad institucional, deportiva y social que arrulla al barcelonismo en los últimos meses. Desde las salidas de Joan Laporta y Pep Guardiola, agrandadas por la enfermedad y posterior fallecimiento de Tito Vilanova, que han marcado un antes y un después en el club, no hay calma. Ni siquiera un hombre joven y experto, Sandro Rossell, pudo evitar su propia catástrofe y terminó por abandonar el Barca. Ahora, se necesita reflexión y una persona que aporte esa vieja manía que me enseñaron hace tiempo, una receta indispensable para andar por el mundo: prudencia, paciencia, serenidad y firmeza.
Y no es fácil someterse a las cuatro cuando los resultados no acompañan, las estrellas se molestan y el público se aburre. El FC Barcelona necesita incorporarse cuando antes a su propio futuro. El adiós de Zubizarreta es anecdótico en estos tiempos pero aviva el fuego. Parece que los socios tienen que opinar.