Tras la tormenta huracanada que se desencadenaba tras el partido de la Real Sociedad y las expectativas apocalípticas que se sucedieron a lo largo de la siguiente semana, se estimaban y se preveían consecuencias en can Barça. Y sí, las hubo, una sucesión de victorias tras cada chaparrón de críticas y un bloqueo directo de todo aquello que alterase el plan. La gran pregunta era, ¿a qué juega este Barça, cómo puede apartarse tanto del modelo que lo había hecho grande hacía tan poco tiempo? Las respuestas que hoy se empiezan a intuir indican que el modelo ha evolucionado hacia otras tendencias pero sin alejarse del tronco común heredado.
Luis Enrique y este Barcelona no pueden sostener la comparativa con el mejor o uno de los mejores equipos de la historia, tampoco es necesario porque los parámetros en los que se mueve son distintos, igualmente los contextos. No es necesario esa comparativa, de la misma manera que tampoco se necesita el contraste milimétrico con la época del ?Tata? Martino. Todo tuvo su momento y su lugar.
El gran reto de este equipo y del staff que lo gestiona es ganar optimizando sus recursos y encontrando el camino para que la filosofía institucional se mantenga, a la par que se maximiza el rendimiento a partir de las piezas fundamentales que conforman este equipo. Y estas piezas se han definido ya. El juego de posición como fuente de fútbol y base sobre la que sustentar el modelo se ha encontrado con un tridente que consume toda la energía ofensiva que posee el equipo, por lo que exige o requiere que se tenga en consideración su influencia. Messi, Suárez y Neymar representan el arma principal de un proceso que necesitaba ser ajustado en su contexto global. Es imposible gestionar un equipo con esta potencia de fuego y no verse condicionado por ello. Elegir un modelo de ataque que manifieste su importancia no es ningún disparate, ni siquiera un desarreglo, es lo más coherente.
El gran reto de Luis Enrique y su equipo de trabajo es articular una forma de jugar al fútbol que permita aunar el inmenso potencial ofensivo, con una organización y creación que permita definir alternativas válidas que enriquezcan la propuesta, sin perder de vista la marca que define el fútbol de este club, la calidad y la excelencia en la gestión ofensiva unida a la máxima intensidad y rigor defensivo en áreas de riesgo, asumiendo que el todo conjunto y continuo que es el juego no puede partirse ni disociarse.
Convencer desde la propuesta actual y evolucionarla para acercarla a los cánones corporativos que el soci exige ver en su estadio es el camino que les queda. Un papel complejo y difícil si ponemos cada tarea al lado de la máxima exposición del fútbol visto en el último tercio de siglo, el Barça de Pep.
El fútbol evoluciona y la costumbre pasa a convertirse en recuerdo. La memoria es básica para que el juicio perdure, pero la memoria no puede sesgar una realidad. El mejor Barça ha nacido del mestizaje de la propuesta de Helenio Herrera, la influencia de Laureano Ruíz, el saber de Cruyff bajo la cátedra de Rinus Michels, el producto generado por Van Gaal, el sosiego futbolístico regalado por Rijkaard y la apoteosis de Pep Guardiola.
Ahora toca afinar para seguir a la altura.
Álex Couto Lago es entrenador y máster profesional en Fútbol. Autor del libro «Las grandes escuelas del fútbol moderno»